CARTA ABIERTA

Bien dicen que nadie escarmienta en cabeza ajena. La conocida frase viene como anillo al dedo ahora que medio mundo se dice aterrado por la segunda ola del COVID-19. Diablos, es que ya se sabía. Si algunos no lo supieron prever o tomar en serio es algo que deberán afrontar en lo público y en lo privado.

Ante el rebrote del coronavirus en Tabasco, se transcribe seguidamente la columna publicada desde el 31 de agosto, con la cabeza de “La pesadilla seguirá presente”. En ella se adelanta gran parte de lo que vivimos ahora:

“No cantemos victoria. Aún cuando Tabasco entrará al semáforo naranja a partir de 7 de septiembre, viene una etapa muy complicada de la pandemia, una fase donde, otra vez, la responsabilidad ciudadana contará mucho para que los rebrotes esperados no sean tan agresivos.

El COVID-19 no se ha ido, ni se irá hasta que haya una vacuna. La reducción en el número de contagios es una fase esperada en cualquier pandemia. Primero la curva sube, luego se estabiliza y finalmente baja. En el caso del coronavirus, por desgracia, esta curva volverá a ascender luego de que los casos se hayan reducido al mínimo. Es la llamada ‘segunda ola’.

Así ha sucedido en todos los países donde la curva bajó casi a cero. En España, por ejemplo, hubo meses con una alta cifra de infectados y muertes para luego estabilizarse y descender. Pasó menos de un mes para que los españoles regresaran a su dura realidad. Tras creer que habían derrotado al virus empezaron los rebrotes para situarse de nuevo como uno de los países europeos con más número de contagiados y fallecidos.

¿Dónde estuvo el error de los españoles? De acuerdo a lo reportado por los medios informativos de ese país, el regreso a la normalidad provocó que gran parte de los ciudadanos se desbocaran. Ante la apertura de la vida nocturna, de los bares, de los centros comerciales y de toda la actividad en general, comenzaron a relajarse las medidas de protección.

La gente comenzó a organizar reuniones familiares sin el menor recato, los jóvenes armaron fiestas descontroladas, en los bares y las terrazas dejaron de mantener la sana distancia y a esto se sumaron otra serie de episodios parecidos. Hoy, el Gobierno enfrenta el peligro de ordenar un nuevo confinamiento, lo que sería el tiro de gracia para la economía española, hundida hoy en el mayor desplome de su PIB desde 1932, con una altísima tasa de desempleo y con miles de empresas en quiebra.

Por todo esto es que en Tabasco no debemos cantar victoria por pasar al semáforo naranja. La clave está en que las autoridades y la sociedad actúen de forma conjunta, manteniendo las restricciones sanitarias a fin de que la era de rebrotes sea lo menos traumática posible. El virus no se ha ido, sigue presente y seguirá afectando a los ciudadanos.

La reapertura de cines, gimnasios, tiendas departamentales y centros religiosos el 7 de septiembre, luego de cinco meses de estar cerrados, no debe llevar a la negligencia ciudadana. Es un duro reto para los tabasqueños, acostumbrados a desobedecer a la autoridad. 

En la proporción en que el Gobierno y la sociedad se mantengan alertas, sin relajarse, en esa misma medida podrá afrontarse la llegada de la segunda ola, algo que de forma inevitable sucederá luego de que los contagios y muertes bajen a prácticamente cero”.

Hasta aquí la columna publicada hace casi cuatro meses y que se pone a consideración de los lectores por considerarlo de interés periodístico; más cuando el gobernador Adán Augusto anuncie este lunes una serie de nuevas medidas para contener la segunda ola del maldito virus.

Por Jorge Núñez

Periodista nacido en Villahermosa, Tabasco. Ha sido reportero de los diarios Contacto y a. m. de León, Guanajuato, además de Tabasco Hoy y Milenio Tabasco. También estuvo como jefe de la oficina del diario Correo de Guanajuato en la ciudad de León. Fue jefe Información de Diario Presente. Ha cubierto campañas presidenciales y a la gubernatura. Desde hace doce años es autor de la columna CARTA ABIERTA, publicada en varios portales electrónicos Twitter: @jorgenunez63