GUAYABERA POLÍTICA
«No importa que hagas el 99% de las cosas bien;
la gente siempre verá el 1% malo» .
Albert Einstein
Duro con él. Duro con Andrés Manuel. No hay un santo día en el que no se le lancen dardos al infatigable Presidente.
Todos, cualquiera, son buenos para que los envenenadores profesionales de la vida, descalifiquen, tergiversen, en los medios a su alcance, cuanto diga o haga el Primer Mandatario.
Florecen, alrededor de las mesas de bares y cafés, en las terrazas y en las dichosas redes sociales, la sorna y la insidia, los “críticos” dan rienda suelta a sus odios y escupen sobre las mesas y teclados, su sobrada superficialidad cultural y política, retirándose felices a sus casas sin proponer alguna cosa mejor, útil y necesaria, que sería lo deseable. Pero nada. Alguna falla debió de haber tenido el Creador.
No les gusta y mucho menos aceptan, que bajo el impulso del tabasqueño, la república se reconstruya, se transforme y se deje atrás, paso a paso, un régimen de injusticias, privilegios y abusos, en el que se lograba todo, o casi todo, sobre la base y esencia del chantaje, las presiones, las componendas y las complicidades.
No ocurre con ellos sino que en el pecado reciben hoy la penitencia.
Engolosinados, nunca pensaron que los olvidados, los ninguneados, asistirían un día masivamente a las urnas a sacarlos de las fuentes de placer y a obligarlos a ganarse el pan de cada día con el sudor de su frente.
Pensaban que nada ni nadie frenaría sus egoísmos y sus afanes de perpetuarse en ese mundo enloquecedor del influyentismo.
Años de lucha y agresiones de todo tipo a su persona y sus planteamientos para construir una patria nueva, incluso de algunos de quienes gobiernan hoy aquí y en otras partes del país, llevaron a Andrés Manuel a convertirse en un factor de regulación política, de cambio, de renovación, de reforma, desafiando incluso a quienes le ofrecieron enriquecerse desde un cargo público, sus convicciones lo mantuvieron siempre alejado de esas corrientes rebajadoras que sumieron a México en un caos que se pensó no se superaría nunca.
Problemas grandes, chicos, sencillos o complicados, enfrentó Andrés en el camino recorrido desde la delegación del INI en Nacajuca, en tiempos del gobernador Leandro Rovirosa Wade, hasta la Primera Magistratura del país, habiendo pasado por la dirigencia del PRI estatal, el desempeño de la dirección de Promoción Social del desaparecido INCO, su integración al FDN, la fundación del PRD junto a Cuauhtémoc, Ifigenia, Porfirio y Rodolfo González Guevara, entre otros,partido del que fue presidente nacional, la jefatura del gobierno del Distrito Federal hasta el nacimiento de MORENA, el movimiento que lo catapultó a todo el mundo y lo llevó finalmente al Palacio Nacional.
Todo esto hecho por Andrés siempre al lado de las mayorías, de los marginados, de los golpeados, nunca alejado de las carencias, intereses y anhelos de estos por alcanzar mejores niveles de bienestar, siempre apoyado por esa fuerza que dan los reclamos legítimos de los más amplios sectores de la población.
Su salida en 1983 de la dirigencia priista y 6 años después la renuncia a su militancia en esta organización junto con 42 dirigentes, excepto uno, Héctor Argüello López, que desempeñaba el cargo de secretario de Acción Social en el CDE, fue el detonante, el disparo para emprender con absoluta determinación una caminata por todos los rincones de México, haciéndole saber a los desposeídos que todo podría superarse mediante la unión del pueblo hasta alcanzar la victoria.
México, con Andrés al frente, asoma su rostro de igualdad, justicia, democracia. El rostro que no expresa corrupción, simulación y engaño.
El régimen neoliberal que cercenó a la democracia y a la Constitución durante 36 años, llega a su fin. Se asiste a su sepelio y al frente de la carroza marchan millones de compatriotas convencidos y decididos a no dejarse arrebatar el triunfo ni a dejar la puerta abierta para que vuelvan a entrar los traidores.
México, en un futuro no muy lejano, será una república mundialmente reconocida por los resultados que deberán de arrojar los grandes cambios que se operan de la mano del pueblo, de las mayorías.
En tanto, los opositores y los “críticos”, seguirán escupiendo sus odios sobre las mesas, teclados y micrófonos, aunque, eso sí, con la mayor garantía de que su derecho a hacerlo, está absolutamente garantizado.
Como nunca.