GUAYABERA POLÍTICA
Agobiado por las circunstancias, el valiente, el siempre valeroso tabasqueño, se convirtió de repente en un ser desafiante, irreflexivamente retador y un día, reciente, le gritó a Satanás: -Órale güé, aviéntate k,…-, disponiéndose a enfrentarlo en una lucha absolutamente desigual.
Y, Satanás, que a todo se presta sin reparar en diferencias, se aventó, y divertido envía diariamente a hospitales y crematorios a decenas de tabasqueños victimados por el coronavirus, muchos de ellos sin deberla ni temerla, por causa de esa desesperada y, me atrevo a decir, impensada irresponsabilidad social.
Miles de paisanos, agobiados, repito, profundamente afectados por las dos inundaciones del año pasado que los llevó a perderlo casi todo, se movilizaron en masa para exigir que se les entregaran pronto sus apoyos autorizados por el Presidente López Obrador, labor de entrega, por cierto, plagada de impuntualidades que fueron denunciadas públicamente en su oportunidad.
No todos los damnificados recibieron oportunamente esa necesaria ayuda -para muchos insuficiente-, precisaron manifestarse en relajados y múltiples bloqueos carreteros, en airadas protestas dirigidas al secretario de Bienestar, Javier May Rodríguez.
Pero no sólo esto.
Las aglomeraciones, las manifestaciones sin orden en torno de los módulos de pago y paralelamente en largas y bien nutridas filas, casi cuerpo con cuerpo, sin que las personas guardaran en muchos casos las medidas sanitarias establecidas, siguieron en la orden del día, cientos, miles de tabasqueños, como si asistieran a un mítin de algún político ramplón, contagiaron o fueron contagiadas del mal, acompañadas de algún amigo o familiar que les servirían de guardaespaldas para regresar sanas y salvas a casa con su dinero en la bolsa.
Eso por un lado, porque por el otro tenemos que una buena y acomodada parte de la población, ajena a las afectaciones por las inundaciones, se dió el lujo de irse a pasear o a comprar a distintas plazas comerciales que en todo momento lucieron abarrotadas, lo mismo que al centro histórico villahermosino a pesar de que muchos establecimientos permanecían con las cortinas abajo.
El caso era –y continúa siendo-, retar al enemigo mortal, lo que es una falta absoluta de responsabilidad y de conciencia sociales.
Cientos de personas, en plena pandemia, se pasearon por el Malecón Carlos A. Madrazo, llevados por la simple curiosidad de saber si el Río Grijalva había bajado su nivel.
Las consecuencias de tal falta de conciencia, se reflejan hoy alarmantemente en los siguientes números, recuérdese que hubo un día en noviembre pasado en el que los casos de contagios diarios apenas alcanzaron 43, se le iba ganando al virus y parecía que pronto Tabasco estaría con el semáforo sanitario en verde.
Vea usted:
Cerca de cinco mil nuevos contagios de COVID (250 diarios en promedio) y unas 120 defunciones (6 cada día, aprox), son los números que registra en la entidad este flagelo durante los primeros 20 días del año, datos alarmantes, vuelvo a decirlo, amable lector, el Ejecutivo ha tenido que decretar nuevas medidas para reducir la movilidad y evitar dentro de lo posible que Tabasco se convierta en un auténtico infierno.
Y si alguien habló de la falta de conciencia, es de la social, pareciera como si no se tuviera conocimiento del entorno y del papel que cada uno de los miembros de la colectividad debe desempeñar, si útil o no, o si la sociedad les brinda las oportunidades indispensables para desarrollase y en consecuencia retribuirla con las mejores acciones y comportamientos.
Si entendiéramos, bien a bien, ante todo problema, ante toda contingencia, que somos responsables socialmente por vivir en una comunidad, reconoceríamos y comprenderíamos esos problemas y las necesidades que tienen los miembros de tal grupo social y se evitaría a toda costa, muchísimo más en tiempos en que se enfrenta a un enemigo mortal como el COVID, cometer acciones que lesionan la integridad y los intereses generales de tal sociedad.
Pero no ocurre así, al menos no ocurre así al enfrentar a este virus que enluta millones de hogares en todo el mundo, primero soy yo, luego yo y por último yo.
La conciencia social supone además que el individuo conoce las necesidades del prójimo y expresa su disposición para cooperar en todo para salvaguardar el interés supremo de la colectividad despojado de todo egoísmo, y eso no lo vimos en el caso específico tratado en esta entrega. A ver, a ver hasta cuándo…