GUAYABERA POLÍTICA
Por muy útil, necesaria y justa que fuera una ley (cualquiera), tal y como se ha comentado en este espacio periodístico alguna vez anterior, no lleva implícito su cumplimiento salvo que su existencia obedezca a expresiones de conciencia cívica innegables y a aceptables niveles culturales dentro de la población.
Eso por una parte, amable lector, porque por otra, que la hay, tampoco garantizaría que su contenido lograra adecuar la mentalidad de las personas, de tal manera eficiente, que se asegurara una convivencia humana armónica, afectiva, respetuosa, deseable.
Explicamos: Muchos elementos, muchos factores, entendidos estos como fuerzas que actúan sobre algo, han dejado y aun dejan a un lado los legisladores, a la hora de elaborar o recibir una iniciativa de ley, analizarla, discutirla, adecuarla, etcétera, y finalmente votarla para convertirla en ley.
Ha sido un vicio, al parecer imposible de superar, elaborar leyes atendiendo más los criterios e intereses políticos y económicos de los grupos en el poder, que el interés social, la conveniencia de procurarle a la sociedad normas y leyes apegadas a una realidad cada vez más cambiante y exigente de mejores formas de organización social que le permitan no sólo expresarse legítimamente sino cristalizar esfuerzos para ser más libre, justa, igualitaria, humana, en la que todos sus miembros, hombres y mujeres, jóvenes y adultos, blancos y negros e indígenas, no se diga niños y ancianos, tengan garantizada toda oportunidad para procurarse un mejor nivel de vida y bienestar.
Han olvidado los legisladores, quizá porque muchos de ellos carecen de ella, a la educación que debe de existir en una comunidad para dotarla de leyes idóneas, adecuadas, propiciadoras de mayores niveles de desarrollo y felicidad, no sólo de obligaciones para observar determinada conducta a partir de un texto que le es totalmente ajeno porque no fue educada para respetar, acatar, cumplir, obedecer, cooperar, contribuir, etcétera.
Viene a cuento todo esto, por la llamada “equidad de género” y la obligatoriedad, la exigencia legal de incluir a indígenas en los procesos electorales, que en nuestro país no alcanzan a establecerse civilizadamente, culturalmente, sólo por la vía legal, debido esto precisamente a esa falta de concientización y educación que tanta falta hacen en México para reconstruir, para rescatar a una sociedad fracturada y volverla a una convivencia basada en principios y valores por desgracia perdida, extraviada en el mejor de los casos.
Ayer se habló mucho del tema porque si bien los partidos cumplen con la equidad de género, se olvidaron de atender el capítulo dedicado a los indígenas, algo habrá que hacerse sobre el particular, hubo manifestaciones de protesta, si bien patrocinadas por opositores al régimen y al partido en el poder, pero de que hicieron ruido lo hicieron.
Se reclamaron derechos igualitarios, respeto, justicia, exigiéndose el cese de todo tipo de abusos, ultrajes, agresiones violentas, desapariciones, etcétera.
Creo, y pienso como seguramente muchos mexicanos pensaron no sólo ayer sino con anterioridad o siempre, que hay que hacer mucha conciencia en la población; mucha, repito, porque es mucha la que hace falta, para asegurarle a los indígenas, particularmente en México, su derecho a ser iguales y a una vida segura, libre de toda expresión violenta en su contra.
Es inaplazable un cambio de mentalidad, lo mismo que instaurar programas de culturización y sistemas educacionales que garanticen a las mujeres y a los hombres de las etnias, estadios de igualdad, seguridad, justicia, felicidad.
Son inaplazables estas y quizá otras, muchas cosas más. La ley por sí, las leyes por sí solas, lo vemos cotidianamente, no logran que una mujer o un indígena sean considerados iguales a un hombre blanquito y gocen de las mismas oportunidades para desarrollarse y manifestarse a plenitud. Digo. La concientización, la educación, la culturización, son factores indispensables para cristalizar estos propósitos.