CARTA ABIERTA
Ya sea por ignorancia o por perversidad, o por una simple incompetencia mental, algunas voces han comenzado a profetizar una suerte de hecatombe si es que Morena no se lleva el ‘carro completo’ en las elecciones del 6 de junio.
Estos jinetes del apocalipsis empiezan a especular con un fracaso de la ‘4T’ en caso de no dar un voto masivo al partido gobernante. Crean toda suerte de artilugios para decir que la oposición es la madre de todos los demonios infernales. Nada más alejado de la realidad.
En un sentido objetivo, Morena lleva la delantera en las preferencias electorales en Tabasco pero esto no implica necesariamente arrasar como en las elecciones de 2018.
Es de entenderse que Morena pierda algunas diputaciones locales y alcaldías, pero esto no será un obstáculo para que el actual gobierno siga adelante con su proyecto, que al fin de cuentas es el proyecto de López Obrador.
El posible triunfo de la oposición en algunos espacios electorales será un reflejo de la democracia, de esa pluralidad de ideas que tanto ha presumido el gobernador Adán Augusto. Es decir, a nadie debe espantar que la alianza PRI-PAN, Movimiento Ciudadano, PVEM o el PRD logren algunas sonadas victorias en los sitios menos esperados.
La democracia tabasqueña, que incluye la libre expresión, tiene ya la madurez para establecer relaciones entre diferentes fuerzas políticas. Si no, que le pregunten a Manuel Andrade Díaz. En las elecciones intermedias de su sexenio registró una sonora derrota al perder gran parte de las presidencias municipales, diputaciones locales y federales. Es más, el mismo día de la elección, muy confiado en su partido, el PRI, había declarado a los medios al emitir su voto: “El que ganó gano, y el que perdió, perdió”. Al final de esa jornada tuvo que tragarse sus palabras.
La elección del 6 de junio será el reflejo del sentir ciudadano. Los ojos de la prensa y los observadores nacionales estarán puestos en Tabasco como uno de los principales focos de interés nacional e internacional. Por ser la tierra del presidente, se verá con lupa el actuar del gobierno estatal, de la autoridad electoral, de los partidos y de los ciudadanos.
Si Morena obtiene una incuestionable victoria, suponiendo que arrase como en 2018, será un rotundo voto de confianza a Obrador y a Adán Augusto. Se entenderá que Tabasco sigue siendo obradorista.
En caso de que el partido en el poder obtenga un triunfo aceptable, es decir perdiendo algunas posiciones pero manteniendo la mayoría de las alcaldías y el Congreso, se interpretará como un giro mesurado de los ciudadanos tendiente a equilibrar las fuerzas políticas, pero sin quitarle la batuta a Morena.
El tercer escenario es que el Movimiento de Regeneración Nacional pierda la mayoría en la Cámara de Diputados y en las presidencias municipales. Si bien esto implicará un sonoro revés para Obrador, es casi imposible que suceda a juzgar por las encuestas publicadas.
Lo más factible es que Morena pierda algunas posiciones pero no las suficientes como para hablar de un fracaso electoral. La vida institucional tendrá que seguir su curso donde la oposición gane, marcando el respeto mutuo y la colaboración entre gobiernos de diferentes siglas partidistas. Esto ya se ha vivido y no representa obstáculo alguno para la gobernabilidad de Tabasco.
Por ello suena ridículo pensar en una tragedia apocalíptica si Morena no se lleva el llamado ‘seis de seis’. Es decir, Tabasco no se acabará el 6 de junio. En todo caso, registrar un resultado plural debe ser digno de elogio al observar cómo la inteligencia política de los tabasqueños da lecciones a esos analfabetos funcionales que vaticinan una especie de ingobernabilidad si la oposición gana varios espacios.