CARTA ABIERTA
La declinación de Andrés Granier y Yolanda Osuna para presentarse en el debate organizado por el Instituto Electoral es una muestra de que ambos están seguros de ganar la elección en Centro. Sin embargo, hay matices de diferencia que pueden marcar sus respectivos destinos en los días que faltan para el 6 de junio.
En principio, el ‘cuarto de guerra’ de Osuna ha optado por ausentarse a fin de enviar un mensaje de confianza en la victoria. Desde su visión estratégica, la candidata morenista tendría poco que ganar y mucho que perder en caso de involucrarse en una confrontación de ideas. Los adversarios la tendrían a ella como su foco de ataques y esto podría dejarla mal colocada ante los ojos de los espectadores.
Para Morena, está clara la necesidad de enviar a la opinión pública un mensaje de sobrada confianza. En este entendido, no ir al encuentro del Instituto Electoral y de Participación Ciudadana va en ese propósito: comunicar que “quien va arriba no debate”.
Esta es la maniobra que se ha impuesto por sobre las voces que le aconsejaban ir a esa cita a fin de que los ciudadanos “la conocieran mejor y en mayor número”, según se comenta en los pasillos de la sede estatal del partido.
El caso de Andrés Granier es similar, pero a la vez muy distinto. El equipo de campaña del Químico, encabezado por Iván Domínguez, tiene encuestas diarias que revelan el primer sitio del exgobernador. Por eso es que en el búnker tricolor hay optimismo en cuanto a dar la campanada en la capital tabasqueña.
La decisión de no acudir se centra en seguir cuidando esa posición. En el PRI han entendido que una contraposición de ideas sin la candidata más cercana en sus sondeos tendría poca importancia, por no decir que ninguna. Otra cosa muy distinta es si Osuna hubiera asistido.
Asistir a un debate sin todos los abanderados desestimó el interés de Granier, aún más sabiendo que el perredista Manuel Andrade, apoyado por el resto de los minipartidos, lo tendría a él como punto central de las embestidas.
De haber ido, Granier, contrario al caso de Osuna, habría tenido mucho que perder y poco que ganar. Nada habría sacado de provecho en un encuentro con quienes carecen de cualquier posibilidad. Por todo esto es que el Químico no se dará cita, a menos que los principales abanderados estén presentes, lo que no sucederá.
Otro argumento para no ir es la “falta de garantías” esgrimida por el dirigente estatal, Dagoberto Lara, tras el incidente donde policías, ministeriales y elementos de la Marina allanaron el negocio propiedad de uno de los miembros de su cuerpo de logística en la campaña.
El que se ha quedado ‘chiflando en la loma’ es el otro exgobernador, el perredista Manuel Andrade. A menos que asistan el ‘Capitán América’ o la ‘Mujer Maravilla’, el minidebate carecerá de toda importancia política, electoral y hasta mediática.
Observar a tres o cuatro abanderados descafeínados leyendo un estribillo será somnoliento. Este es un golpe al orgullo de MAD porque su meta, el propósito del PRD de Juan Manuel Fócil, era emerger como un candidato emergente que le quitaría miles y miles de votos a Granier.
Esta es la verdad tras la ausencia de Granier y Osuna. El PRI y Morena están jugando cartas muy altas al momento de estudiar sus pasos a seguir. Tal escenario revela que en Morena han tomado en serio la campaña del Químico, tan en serio que le ha llevado a evaluar la posibilidad de un resultado mucho más cerrado que los estimados en sus pronósticos iniciales.
Contra quienes opinan lo contrario, la batalla en Centro se presenta ‘calientita’. Lo positivo es que este escenario podría sacudir al electorado y moverlo a ir masivamente a las urnas, lo que sin duda podría modificar los resultados esperados por los expertos en la materia.
El debate previsto ya no será tal. En todo caso se tendrá un ‘chiquidebate’, un debate devaluado y sin mayor trascendencia. Un debate sin debate; con las dos cartas fuertes fuera de la jugada principal.