CARTA ABIERTA
Aún sin haber aparecido en las boletas, la aplastante victoria de Morena en Tabasco ha sido un nuevo voto de confianza a López Obrador y, en consecuencia, al gobierno de Adán López. Los obradoristas dicen que así se ha refrendado la esperanza en el proyecto del presidente.
Ganar en catorce de las diecisiete alcaldías, las 21 diputaciones locales y las seis federales habla de un apoyo descomunal a la 4T, sobre todo a tres años del llamado desgaste del poder, es decir, el costo pagado por el ejercicio público de gobierno y que hubiera supuesto una impopularidad reflejada en las urnas.
Destaca el caso de Centro, donde Yolanda Osuna ha sacado una enorme ventaja sobre el priista Andrés Granier, demostrando que su nominación como candidata no tuvo el riesgo que muchos preveían por carecer de una visible trayectoria político-partidista.
Si bien Obrador dijo en la mañanera estar “feliz, feliz, feliz” por aventajar en doce gubernaturas y obtener la mayoría simple en la Cámara de Diputados, ha ganado sólo seis de las dieciséis alcaldías de la Ciudad de México, lo que confirma el efecto negativo que para Claudia Scheimbaum tuvo la tragedia de la Línea 12 del Metro.
El caso de la Cámara baja es relevante para la segunda parte del sexenio presidencial porque el paisano ha quedado acotado. Al no haber alcanzado la mayoría calificada, no podrá cambiar la Constitución o modificar el INE. Otro caso a destacar es que Morena ha perdido 15 millones de votos respecto a los obtenidos en 2018, lo que no es poca cosa. Los electores también les dieron una patada en el trasero a los tres partidos señalados como satélites de Morena: Partido Encuentro Social, Fuerza por México y Redes Progresistas.
Otro dato: Tabasco, al igual que en el resto del país, la participación ciudadana fue destacada al alcanzar una afluencia a las urnas del 53 por ciento, cifra que supera las de pasadas elecciones intermedias.
La victoria de la 4T en Tabasco es un refrendo a la confianza en el presidente Obrador, muy similar al dado en las elecciones de 2018. Sin embargo, esta vez destaca en significado porque se registra sin que el tabasqueño haya estado en las boletas. Así se ha roto el mito de que AMLO arrasaba en Tabasco sólo cuando participaba como candidato.
El gobernador ha salido fortalecido. No sólo retuvo la gran mayoría de las alcaldías, sino que repitió la dosis en el Congreso local, es decir la mayoría calificada que alcanzará junto a sus aliados. También le cumplió al presidente al garantizarle los seis distritos electorales federales, tan fundamental para alcanzar la mayoría en el Congreso federal.
En contraparte, el gran perdedor ha sido el PRI. No sólo cayó en Tabasco al no obtener ni una sola alcaldía o diputación de mayoría relativa sino que tampoco retuvo las gubernaturas en su poder, entre ellas la de Campeche, feudo del dirigente nacional, Alejandro Moreno Cárdenas.
Una parte de la culpa por el rotundo fracaso en el Edén es de Álito’, pero sobre todo del dirigente estatal Dagoberto Lara, quien ha desnudado su incapacidad política para cumplir la tarea de hacer resurgir al tricolor. Por ello debe dimitir para dar paso a una renovación desde los cimientos ideológicos y organizacionales del partido.
Sí, la 4T ha logrado una victoria abrumadora en la tierra de AMLO pero ahora viene uno de los puntos más importantes para el Gobierno estatal y para Morena: hacer un fuerte análisis de autocrítica para corregir las fallas cometidas y reencauzar el rumbo donde haya que hacerlo.
Lo peor sería caer en una confianza excesiva que les lleve a regodearse en las mieles de la autocomplacencia, algo que podría costarles muy caro en 2024. Ahí está, por ejemplo, el delicado caso de Claudia Sheimbaum en la Ciudad de México.