FRANJA SUR
Cuando se veía muy echado para adelante, al gobernador Adán Augusto no le quedó más que recular y echar abajo el anuncio que había hecho, con toda la rigurosidad de sus palabras, desde su estación de radio, la preferida en un gobierno que prometió no habría preferencias.
Fue la fuerza de los votos de la burocracia en contra de los gobiernos de Morena lo que logró que se retractara de bajarle los días de aguinaldo a los trabajadores pues el mandatario percibió que el horno no está para bollos, y, ahora viene la elección de 2024. No puede seguir jugando con fuego y ya se dio cuenta.
Lo anterior pudo sopesarlo al conocer la realidad de los números de votos que “verdaderamente recibió” en contra su partido en Tabasco, desde luego, no me refiero a los que oficialmente dio a conocer el órgano electoral, porque esos a vista de buen cubero está más que claro, fueron alterados. Por eso tuvo que rectificar Adán Augusto.
“A partir de 2021 el gobierno de Tabasco va a buscar reducir el aguinaldo a los burócratas”, anticipo Adán Augusto desde los micrófonos de la XEVT, y argumentó que sólo Tabasco y dos estados más pagan aguinaldos por 85 días, lo que es difícil de solventar”. Esto lo expresó el 5 de octubre de 2020.
Pero el pasado 9 de junio, tres días después de la jornada electoral, en la misma XEVT, cambió de opinión y señaló: “El aguinaldo es sagrado” y llamó a no creer en rumores, pues dijo que la versión surgió en el marco del proceso electoral, (hágame el bendito favor, cuando el gobernador lo había dicho y, la nota sigue en el portal de la XEVT).
Este ejemplo sirve para que vea el pueblo que el voto sirve y que a pesar del supuesto triunfo rotundo de Morena en tierras chocas, en el gobierno de Tabasco, conocen, saben bien a bien las cifras reales y que una mayoría aceptable le dio las espaldas a diferencias de 2018.
Situación similar vive el presidente López Obrador, que lo primero que hizo, luego de los comicios, fue buscar a los empresarios de este país y prometerles que ya no habrá más impuestos.
Pero aún falta otro sector golpeados en extremo por este gobierno. Y es que la rebelión cívica de la clase media se vio con toda nitidez en los resultados de esta elección intermedia. Se trata del voto razonado, de los ciudadanos con preparación que no se dejan manipular con discursos falaces, cargados del populismo ramplón.
Como sabe esa gran franja de mexicanos bien informados, la supuesta victoria de Morena en las elecciones intermedias, en realidad sólo fue un golpe mediático que dio el partido gobernante la noche del 6 de junio, y la percepción persistió los días siguientes cuando seguían las aguas agitadas y aún se estaban contando los votos en varias entidades.
En el resultado final Morena y sus aliados recibieron una votación global de 20 millones 904 mil 670 votos, mientras que la oposición en su conjunto recibió 22 millones 798 mil 242 voto. Entonces de qué triunfo están hablando. Morena perdió 10 millones de votos de los 30 que sacó en 2018. El que quiera ver que vea.
Al regresar las aguas a su nivel, al volver la calma chicha, la realidad se comenzó a tocar en todo su magnitud y, no es como celebraban los vinotinto, y eso explica por qué festejaban también del lado de la alianza opositora, integrada por el PAN-PRD-PRI. Esta esquina quedó satisfecha con los resultados y con mucho optimismo para los procesos electorales venideros.
Del lado oficial se basaron en los números de las gubernaturas ganadas, pero no está ahí el meollo del asunto y, únicamente para señalamos un botón:
No se puede comparar, por ejemplos, haber ganado Colima y Campeche, de los estados con menos votantes en el país, con haber perdido la mayoría de las alcaldías en el Estado de México y, la Ciudad de México, entidades con el mayor número de sufragios, capaz incluso de decidir una elección presidencial. De Nuevo León ya ni hablamos.
Baste también la siguiente reflexión, porque hasta personas avispadas se fueron con la finta: Veamos, no pocos tabasqueños se quedaron con la imagen de que Morena es invencible, porque aquí, en la tierra del presidente, ganó 21 distritos, 14 de las 17 presidencias y las seis diputaciones federales. Es correcto, al menos esa es la cifra oficial.
Pero un ciudadano de Querétaro, no pensará lo mismo, pues allá el PAN también se llevó carro completo en las diputaciones locales, en las federales y además ganó la gubernatura.
Ese es el tema, cuestión de enfoque, por eso es más que válido revisar todo el panorama nacional, para ahí sacar la realidad de un escenario para dentro de tres años.
Hemos sostenido que el 2024 será más candente y que los comicios de junio de 2021, sirvieron para evaluar, para demostrar que el poderío de López Obrador va en picada, va a la baja, si comparamos los resultados con el no lejano 2018. Ya no pueden presumir los 30 millones de votos.
De las elecciones de 2018 a la de 2021, abandonaron al partido del presidente 10 millones de mexicanos. Recordará el lector que en este espacio a cada rato puntualizábamos que, muchos de los que habían votado por AMLO en 2018, habían cogido el camino de la oposición. Dicho y hecho.
Y si bien el presidente no estuvo en las boletas, se pasó todo el tiempo haciendo campaña, amenazando a los órganos electorales, violando las leyes y desobedeciendo al Instituto Nacional Electoral (INE).
La próxima elección será otra historia, por lo que la oposición unida ya oteó que les funcionó la alianza y por eso ya pactaron el compromiso de seguir juntos para las elecciones presidenciales.
Y es que el régimen al mando único de López Obrador, cometió el error de gobernar sólo para un sector, incumpliendo el juramento Constitucional de que un presidente tiene la obligación de servir a todo el país.
Esto es, a pobres y ricos, lo mismo que a la llamada clase media, pero el afán del gobierno autollamado de la Cuarta Transformación, sólo gira en impulsar un proyecto, el de los pobres, que no son más que programas asistencialistas que, no producen, pero si desgastan económicamente al país e impiden el crecimiento de los mexicanos emprendedores.
Ahí se las dejo.