CARTA ABIERTA
Por puro sentido común, los morenistas deberían entender que la sucesión de Morena en Tabasco será muy distinta a la de cualquier otro escenario posible. ¿La razón?: que el presidente del país es tabasqueño y por lo tanto tendrá una influencia mayor en la nominación del candidato a la gubernatura, así sea sólo desde el punto de vista moral.
Por eso es que la actual danza de aspirantes se asemeja más bien a un carnaval de máscaras y diversión, en el que hay muchos ‘colados’ sin la menor chance de llegar, actuando como comparsas, inflando su ego y presumiendo que están entre los mencionados.
A ver si se entiende: la nominación del candidato al Gobierno de Tabasco pasará por la aduana del presidente Obrador. Hay que ser un tonto de pacotilla para no entender que la opinión del huésped de Palacio Nacional será decisiva a la hora de tomar la decisión final.
¿Quiénes son, entonces, los aspirantes serios, los que en realidad tendrán alguna posibilidad real y que no están nada más para salir en la foto?
Entre los suspirantes de peso están el presidente de la Comisión de Energía del Congreso federal, Manuel Rodríguez González; la próxima alcaldesa de Centro, Yolanda Osuna; el secretario de Bienestar, Javier May; el director de Pemex, Octavio Romero Oropesa; la senadora Mónica Fernández Balboa, y el alcalde de Centro, Evaristo Hernández Cruz, sólo que este último con la salvedad de que recupere los derechos políticos suspendidos por el Tribunal Electoral.
De estos seis, cuatro tienen talla nacional: Rodríguez, May, Fernández y Oropesa, mientras que dos lucharán desde el ámbito local: Osuna y Evaristo. Estos cinco aspirantes son lo que mueven los ánimos del presidente por muy diversos motivos, aunque se entiende que quienes tienen los reflectores nacionales cuentan con una ventaja entendible respecto a los suspirantes domésticos.
Quien diga que hay otro prospecto a la gubernatura estará más perdido que una Coca Cola en el desierto, o lo que es lo mismo: estará inflando egos para hacer más amena una competencia que se ve más que clara.
Obrador, el presidente, el paisano, el huésped de Palacio Nacional sabe la importancia de retener la gubernatura de Tabasco. El 6 de junio probó que puede hacerlo con creces, porque su figura volvió a impulsar el voto masivo para Morena. Ya fuera de la presidencia, Andrés Manuel tendrá a Tabasco como un centro de operación política en el espectro nacional y nada mejor que un gobernador, o gobernadora, plenamente convencida de lo que implica el cambio de régimen de la 4T.
Hay un dato interesante en este rejuego de suspirantes: dos exponentes que darían a Obrador la opción de sentar un precedente al tener, por vez primera en la historia de Tabasco, a una mujer como jefa del Ejecutivo local. Yolanda Osuna y Mónica Fernández serían una magnifica alternativa en caso de que los ‘pesos pesados’ del partido entraran en una disputa interna sin cuartel, algo que, dicho sea de paso, se ve muy difícil que suceda.
En efecto, conociendo el talante de Obrador será casi imposible que el juego del ‘tapadismo’ desemboque en una guerra interna sin cuartel. La mano dura del presidente será factor para que todos los aspirantes se vayan derechitos, sin caer en la tentación de una ´guerra sucia’ contra sus competidores o algo que se le acerque.
Ya se entiende, entonces, que hay sólo seis aspirantes serios al Gobierno de Tabasco por parte del partido gobernante. Por ello suena grotesco y hasta ridículo que el diputado federal Oscar Cantón Zetina se esté promoviendo desde ahora para ser el candidato. Como decían en el pueblo de nuestros ancestros: “¿Con qué ojos mi divino tuerto?”.