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Hábil como es, el presidente Andrés Manuel López Obrador metió en la agenda política nacional el tema de los aspirantes a sucederlo.
Quitó reflectores a otros asuntos de interés público y soltó su baraja. Dio nombres y guardó otros. Calentó la gallera. Aún cuando existan candidatos naturales, por la posición en el gabinete presidencial, el porvenir está abierto, decía Popper.
Las decisiones del presidente pueden ser, en ocasiones, muy predecibles. En otras no. Juega con los números, las estadísticas, pero también involucra convicciones y afectos.
Recuerdo cuando en octubre de 2015 conversé con él sobre beisbol. Se jugaba la serie mundial entre Reales de Kansas City y los Mets de Nueva York.
Kansas había sido el segundo mejor equipo de la temporada, sólo superado por los Cardenales de San Luis. En cambio, los Mets habían resultado una especie de revelación en los Play Offs al eliminar a los Cachorros de Chicago, verdugos precisamente de los líderes Cardenales.
Conociendo la enorme afición de AMLO por el beisbol, durante una conversación impregnada de calidez, antes de los saludos de rigor, le pregunté a bote pronto para romper protocolo:
-¿Reales o Mets?
Meditó unos segundos:
-Voy con Mets… pero está difícil… los Reales son un gran equipo… ¿ya empezó el juego? – respondió interesado.
-En unos minutos más- contesté. Pero van abajo en la serie los de Nueva York, don Andrés.
-Sí, lo sé- asintió al momento que ponía su mano derecha sobre mi hombro izquierdo. Es que los Reales tienen a lo mejor de la Liga. En el juego de estrellas de esta temporada aportaron la mitad de los jugadores al equipo de la Liga Americana- explicó como para demostrar conocimiento al dedillo del tema.
-Pero voy con los Mets- rubricó convencido.
Al día siguiente, KC se coronaría campeón de la Serie Mundial en el City Field de Nueva York.
Así juega AMLO, impredecible hasta el último out. A veces no va con el favorito o gana el juego con un squeez play, como en Guerrero.
¡Pelotero a la bola!
La Morralla
Juan Manuel Fócil, dueño del PRD local, busca reflectores. De todo se queja. Sin gracia, aspira a erigirse en adalid de las causas justas, como si la gente no conociera la farsa de su verbo. Te conozco bacalao, aunque vengas disfrazao.