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¡Buen martes!
Como si se tratase de asunto menor, no se ha dado la debida importancia a la ausencia del alcalde de Centro, Evaristo Hernández, quien según se sabe ha sido sometido a tratamiento médico por un delicado padecimiento.
Hace unas semanas, el ayuntamiento se limitó a difundir un boletín para comunicar que a Hernández se le considera persona vulnerable ante el Covid-19 y por ello debe permanecer en resguardo por recomendación de especialistas.
Pese a esa condición, el documento oficial aclara que “seguirá desempeñando sus funciones”, algo realmente poco creíble.
A partir de ahí, nada se informa, existe absoluto hermetismo sobre la salud del alcalde.
Desde que asumió el cargo en octubre de 2018, Evaristo se ha separado del cargo en tres ocasiones. Dos para ser sometido a intervenciones quirúrgicas y una para cumplir un compromiso de operación electoral en Campeche.
En esas circunstancias, doña Gilda Díaz, segunda regidora, ocupó la silla, aunque en realidad el morenista siguió mandando.
Ante la actual eventualidad, todo prevalece en silencio, confusión, murmullos, plegarias y cadenas de oración para -dicen esos trascendidos- la recuperación del funcionario.
Nadie debe inmiscuirse en la vida privada del semejante, pero cuando se trata de una persona con responsabilidad pública entonces la información oficial es obligada en cuanto a las consecuencias del infortunio en el funcionamiento de la institución, más allá de cualquier mezquindad.
Es público y notorio –dirían los abogados- que su estado de salud le impide al presidente municipal cumplir su encomienda.
Hoy, el ayuntamiento no tiene pies ni cabeza, no hay mando. Todos jalan agua para su molino.
Al secretario del ayuntamiento, Marcos Quintero, se le regatea autoridad, incluso juegan en su contra la contralora Perla Estrada y la directora jurídica Martha Ceferino quienes ejercen poder al interior de esa administración.
La lucha por manejar el ayuntamiento se concentra en el bloque de ambas funcionarias por encima de Quintero, Castillejos y otros.
A poco más de dos meses que concluya la administración municipal y teniendo encima el tiempo del proceso entrega-recepción, el ayuntamiento vive en la incertidumbre y la ciudadanía padece los daños de ese barco a la deriva.