¡Buen jueves!
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Más allá de la cercanía de Jaime Lastra con el gobernador Adán Augusto López, su inminente nombramiento como presidente de la Junta de Coordinación Política de la próxima legislatura pareciera obedecer a una regla no escrita de la política tabasqueña.
A cada mandatario le toca coordinarse con dos legislaturas presididas por perfiles diferentes: una, por alguien con peso político y otra por un desconocido o de poca monta.
Manuel Andrade se entendió en la primera mitad de su gobierno con Floricel Medina, presidente de la desaparecida Gran Comisión; y en la siguiente legislatura con Adolfo y Javier Díaz, entre otros inexpertos, diputados sin peso propio.
Al iniciar su gobierno, Andrés Granier se sacó de la manga al químico Escayola cuya falta de oficio le hizo perder el control de la Cámara. Tan fracasó que ni siquiera logró ser candidato del PRI a la presidencia municipal de Centro. José Carlos Ocaña entró al quite en la siguiente legislatura.
En 2013, Arturo Núñez, con tooooda la experiencia política que presumía, designó a Rafael Abner Balboa al frente de la Cámara. Un fiasco el teapaneco. Lo banqueó para sustituirlo por Neyda García, también de bajo perfil.
Ya para la segunda parte de su gobierno, Núñez movió a José Antonio de la Vega para presidir el Poder Legislativo. Se cumplió así en el sexenio nuñista la regla: una legislatura pastoreada por improvisados y otra con mejor manejo.
Hoy corre el tiempo de los aprendices. Beatriz Milland, dos años en la Jucopo y cerrará el trienio Luis Ernesto Ortíz. La paraiseña se pasó el tiempo en el “espejito, espejito” y el de Comalcalco sólo cuida el escritorio.
En septiembre le tocará el turno de presidir la legislatura local a Jaime Lastra, ex secretario de Gobierno y ex Fiscal General. Juega en las Grandes Ligas. Es de los políticos más curtidos en Tabasco.
No llegará a aprender. Tampoco a jugar.
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