Franja Sur
Elías Chávez es un periodista de la vieja guardia que trabajó por muchos años en la Revista Proceso. Hace algunos días el colega y amigo Audelino Macario puso en mis manos un libro de la autoría de este reportero de mil batallas titulado: “El Yo prohibido”.
El texto consta de 182 páginas, se puede leer, si se quiere, en una sentada, pero si usted quiere disfrutarlo de veras, es necesario ir absorbiéndolo poco a poco, como si se trata de un humeante café mañanero.
O como en mi caso, consumirlo dos veces, para asimilar bien lo que expone un periodista como Elías Chávez que recorrió la seca y la meca con más de 50 años de experiencia en el trabajo reporteril.
Por supuesto, el libro es apto para los apasionados de la prensa o bien, para quienes hayan decidido estudiar periodismo, y, tomen en cuenta en qué honduras se están metiendo.
La lectura se disfruta de principio a fin sobre todo la entrevista lograda con el ex presidente José López Portillo, ya fuera del poder, a quien tuvo que seguir hasta suelo argentino donde, previo a la plática con el reportero, el ex mandatario dictó una conferencia en el Congreso de Historia y Cultura.
A pesar de que Proceso fue de los medios más críticos de López Portilla, que incluso a consecuencia de las críticas al presidente en sus páginas, hubo el distanciamiento con el mandatario y dio pie a la famosa frase: “No pago para que me peguen”.
Es un libro en el que además de anécdotas y parte de historia del periodismo mexicano se disfrutan otras vivencias como la contada por López Portillo que navegó el Mediterráneo para encontrase con su amada Sasha.
En la atractiva travesía de lectura imparable El ex presidente habla de la relación viciada y perversa entre el gobierno y la prensa, “que yo no inventé”, y también de cómo el gobernante suele confundir publicidad con información:
“Comprar publicidad no implica comprar la línea editorial de un medio. Desde hace más de un siglo en México, la publicidad constituye la principal fuente de ingreso de los medios de comunicación”.
En el capítulo “Obediencia ciega”, se cita un párrafo que por sí solo es un testimonio de esta labor que esclaviza por la exigencia de la información, sobre todo en estos tiempos de la inmediatez con las nuevas tecnologías en redes sociales. Cheque lo siguiente:
“Así como los políticos buscan siempre el poder, los reporteros viven para la noticia, de la noticia, en la noticia. Enajenados por su ocupación, ni los políticos ni los reporteros deberían contraer matrimonio, decía José Vasconcelos”.
En otra parte se hace una diferencia entre los reporteros, “la tropa”, y los empresarios del periodismo, estos es, los pobres y los ricos:
“El ‘chayote’ como símbolo de la perversa relación entre prensa y gobierno dinosáuricos, no escapa a su abordaje, aunque deja en claro que las dádivas, embutes, sinecuras, coimas y concesiones a lo grande, las que no tienen apodo, se reserva desde el poder para los empresarios de los medios y no para la base reporteril que mal sobrevive, casi heroicamente, con ingresos siempre mezquinos en un oficio al que, pese a todo, se exige ético, responsable y fundamental para la democracia. Menospreciados, malquerido y peor pagado, así ha transitado por décadas el periodismo”.
Y cerramos esta entrega con una cita que se hace en la introducción del libro: “El periodismo es el oficio más hermoso del mundo, según afirmación de Gabriel García Márquez, repetida hasta el hartazgo, pero también es cierto que los periodistas son los más vilipendiados y aborrecidos por los enemigos de la libertad de expresión”.
Agradezco, pues, al estimado Audelino Macario, por este suculento platillo literario que me convidó, cuya lectura estimula y es capaz de soplar las llamas hasta de reporteros en el retiro.
Ahí se las dejo.