Franja Sur

“¡No le robes coleto!”,
el grito en el Insurgente

1965 a 1975 época dorada

I PARTE

Lugar: Cine Insurgente de Cárdenas. Hora: 9:10 de la noche de un día cualquiera del año 1969. Película. El Pantano de las Ánimas con Gastón Santos. De pronto, la cinta se revienta y se observa en la pantalla como se distorsionan las imágenes y comienza a quemarse el celuloide, entonces emergen en la sala los gritos a todo pulmón del respetable: “!No le robes coleto¡”, que acompañan con fuertes y repetidos golpes que salen de las butacas de latón, pateadas una y otra vez por el enardecido público.

Esa era la tradicional forma de protestar en el inolvidable Cine Insurgente, ubicado en una de las esquinas de la plaza principal, época que jamás será olvidada por esa generación de cardenenses que desde ese inmueble conocieron a los artistas de la época a través de las pantallas y se enteraban, aunque un poco tardío, de las noticias relevantes del país a través del noticiario que pasaban antes de cada función con la voz de Carlos Loret de Mola y la imborrable imagen de un Quijote de la Mancha.

Pero el personaje central que hizo historia en ese cine fue José Alberto Pérez Martínez, el famoso “Coleto”, quien era el encargado de manipular el viejo proyector del cine.

Todos los días al filo de las cinco de la tarde era usual escuchar desde el parque Hidalgo y sus alrededores, a través de la vieja bocina que colocaban en la azotea del cine, la voz de este personaje anunciando las películas que se exhibirían por la noche con su singular tono y estilo que le envidiaría el mejor de los locutores actuales.

En él se cumplía a cabalidad con el eslogan de Telerreportaje: “voz de pueblo con lenguaje de pueblo”, pues cuando arengaba decía más o menos así: “Hoy, hoy, no se puede usted perder la película Tarzán de los Monos con yonihuimismuller (Johnny Weissmüller), y La conquista del Oeste, interpretad por yonguainé (John Wayne). Mañana gran estreno, el tecsano (Texano) con Rodolfo de Anda”.

La arenga de “El Coleto” llegó a ser parte de la cotidianidad de la cabecera municipal de Cárdenas. Además de su extraordinario acento de locutor nato, tenía una gran capacidad para pintar las letras de los carteles, con los que también se le daba propaganda a las películas, que eran colocados en esquinas estratégicas del pueblo.

En la sala del cine el Coleto se convertía en el villano del público cuando se reventaban o quemaban las cintas de la película, pero el personal y el dueño del cine lo trataban con afecto por su humildad y dedicación al trabajo.

Mercedes Pérez, esposa de José Alberto Pérez Martínez, “El Coleto”, cuenta que nuestro personaje llegó de siete años al municipio de Cárdenas, procedente de la población de Sabanilla, Chiapas. Como hablaba medio “atravesado” el español, su esposa le enseñó a pronunciar algunas palabras.

Comenzó trabajando en la casa de doña Albita Marín, como ayudante de cocina. Fue así como más tarde lo llevaron al cine Insurgente, propiedad de don César Aguilera, donde laboró como ayudante del operador de los antiguos proyectores con los que se pasaban las películas.

Mercedes Pérez narra que Pérez Martínez quería aprender a manejar los proyectores pero don Pepe Vera, que era el jefe de esa área, se negaba a enseñarlo. De todos modos, recuerda, logró aprender observando todos los días como operaban el proyector.

Con el tiempo se convirtió en vida y alma del cine, en un auténtico “mil usos”, durante 40 años de su vida. Lo mismo manipulaba los proyectores, que anunciaba las funciones por las calles, a través de las bocinas que eran colocadas en un viejo auto, y unas horas antes lo hacía a través del altoparlantes colocados en el techo del cine. “Hoy, hoy, a las 8:15 de la noche, dos funciones. Entrada 3.60…”

(Foto: En la imagen que anexamos a esta entrega, se aprecia el Cine Insurgentes, ya desaparecido, en la esquina de la calle Zaragoza con la plaza principal de Cárdenas, el edificio vecino es el Palacio Municipal).

(El texto que acaba de leer es parte del regalo navideño de Franja Sur a sus lectores. Se publicó en la edición número 11 del entonces Quincenario Papiro, que apareció la segunda quincena de agosto de 2008).

@el_papiro @ralopez22
[30/12 5:45 p. m.] Rene Alberto: https://www.facebook.com/1720924658119236/posts/3034723973405958/

Franja Sur:

René Alberto López
30-12-2021

(Seguimos con columnas recalentadas, con este texto publicado en Franja Sur hace cinco años. Aunque en honor a la verdad, la situación de nuestra ciudad ha cambiado de un tiempo a la fecha en relación a la violencia de la que hablamos en esos días. La verdad, la verdad, ha disminuido notablemente y esperamos que mejore. También deseamos que así cambien otros aspectos, como su abandono en infraestructura y su subcultura vial y de desorden en las calles que, ahí sí, no podemos meter las manos al fuego. Es por ello que seleccionamos esta entrega, con algunas correcciones que no cambió en nada el sentido original. Por cierto, en esa ocasión periodistas de la Ciudad de México nos pidieron permiso para publicar el texto en portales de la Ciudad de México).

¿Qué te hicieron Villahermosa?

Nuestro Macondo se nos fue, no supimos cuándo ni cómo, pero ya no es nuestro. El “olor a pan de huevo, a queso y a requesón, tamalito de maíz nuevo, longaniza y chicharrón”. Esa figura grandiosa construida por el maestro Pepe del Rivero se ha perdido en el tiempo. Hoy es olor a violencia, a muerte… a miedo.
Nuestra ciudad, ¿qué pasó con nuestra ciudad? ¿Con nuestro malecón?, ¿con nuestros ríos? “La fresca del Grijalva”, decíamos, pero hoy la fragancia de sus aguas está convertida en fetidez.

Hasta el intenso amarillo del guayacán y ese colorido entre lila y rosa del macuilí parecieran también estar intimidados. Apenas mostraron sus rostros la pasada primavera.

“¡Mi Villahermosa linda, llena de calor!”, así te cantaba la gente que te amó y veneró. Hoy estás llena de miedo, de temor en las calles, de basura, de baches, de inmundicia. Hasta donde te ha llevado la mano del hombre, hasta donde te arrinconaron los pleitos políticos.

¿Por qué estás abandonada a tu suerte? Si eras nuestro Macondo, como el creado por Gabriel García Márquez. Nuestros paisajes también estaban pintados de barcos y ríos. De zona bananera. De mercados, gente alegre y trabajadora y campos con olor a tierra mojada.

Mi Villahermosa de antaño me hacer recordar al gran García Márquez, cuando retrata: “hay ciudades con barcos y ciudades sin barcos… La diferencia fundamental seguirá decidiéndola la ausencia o la presencia de los barcos…”

Mi Villahermosa de hoy ya no tiene barcos, hasta eso perdimos. Se fueron de la mano del fracaso de los gobiernos. Pero tuvimos un puerto fluvial y las embarcaciones navegaron nuestros ríos y eran parte del entorno en las riberas de Tabasco. Sus imponentes presencias llevaron a construir puentes levadizos, que hoy son parte del anecdotario.

Aquella ciudad de los barcos en el malecón con gente bajando y subiendo víveres, comerciando productos de nuestras tierras se nos fue. En un tiempo generamos celos en el sureste: nos envidiaban Chiapas, Campeche, Yucatán, Quintana Roo. Nos inundaba el progreso, brotaba como magia la bonanza.

Hace algunos años, sin razón, a Villahermosa se le decía, a manera de broma, “ciudad de las dos mentiras: “ni es villa, ni es hermosa”. Pero en realidad en el siglo pasado, en la década de los 50, 60 y quizá hasta los 70, nuestra capital era esplendorosa. Sus calles no tenían los baches de ahora. Las colonias estaban iluminadas. Los lugareños acudían a la Plaza de Armas a entretenerse, escuchar música, a deleitarse con las piezas de la Banda del Estado o bien con la marimba.

En aquellos tiempos familias convivían, en verdad, interactuaban cara a cara, a las puertas de sus casas, platicando amenamente, ya fuera con un pote o jícara de pozol, si la reunión era en el día, o una taza de café o chocolate, si el encuentro era por las noches.

En vez de celular, entonces mujeres y hombres tenían en mano un abanico o cualquier trapo para soplarse, ante el intenso calor, común en esta zona del sureste y alejar las rondas de mosquitos, que eran visitas nocturnas no deseadas.

Había, como hoy, cambios de políticos, de alcaldes, pero la ciudad mantenía su entorno, su resplandor, su alegría, su remanso. Sobraban empleos, seguridad en las calles y todo era tranquilidad y paz.

Un lugareño de viejo cuño dijo a este franjero la forma de gobernar de antes: Cuenta que el presidente municipal de Centro Mario Brown Peralta (1962-1964) acostumbraba a decirle a sus amigos y conocidos: “sí ven alguna luminaria de la ciudad fundida, avísenme”. Y, le avisaban y enseguida iban del ayuntamiento a repararla o cambiarla y, se hacia la luz.

Pero aquella Villahermosa del auge en el campo, de la gente paseando en Plaza de Armas, de las pláticas tranquilas en las banquetas, en sillas y mecedoras, del paseo en el autobús urbano sin techo, conocido como: La Jardinera.

Aquella Villahermosa del malecón y sus fastuosos amaneceres y atardeceres y sus banquitas con su eterna mirada al Grijalva, del Café Casino con los chismes del momento y de los alegres carnavales con el Club Cañabar, esa ciudad mágica se nos esfumó. Entró en sueño.

Llegó la “modernidad”, crecieron como mal monte los partidos políticos y se amplió la participación electoral, y con ello llegaron los pleitos entre tabasqueños. Arribó, pues, la ambición del poder, del dinero, se filtró la improvisación y la mediocridad y todo se derrumbó.

Hoy, Villahermosa, discúlpame si te ofendo. Ya te han dicho mentirosa, pero al paso de los años te han vuelto Villahorrible, cundida de baches, de lámparas fundidas, de caos vial, de semáforos inservibles en sus calles que sólo están de adornos. De una Ciudad Deportiva que parece un muladar.

Se han ensañado contigo y hoy tenemos un Parque de los Pajaritos, sin pájaros; un Parque de los Guacamayos, sin Guacamayos; un parque del Yumká, sin animales. Y una ciudad sin empleos y atrapada por la delincuencia, en la que todos caminan con miedo.

Mi admirado García Márquez, quiero culminar esta entrega citando aquellas ciudades apacibles de tus libros: “Cada vez que suena la sirena de un barco a medianoche, los durmientes de la ciudad con puerto sienten que el sueño se les vuelve más propio, más amigo y doméstico y tienen la certeza de que nada es imposible, ni desconocido más allá de sus almohadas”.

Acá, en mi tierra, mi querido Gabo, cada vez que suena la sirena de una ambulancia o de una patrulla policiaca, los durmientes de esta ciudad, no duermen, o lo hacen con sobresaltos, sienten que el sueño puede convertirse en una real pesadilla, pensando si esta vez la víctima de la delincuencia es un familiar o un amigo.

Ahí se las dejo.

Por René Alberto López

39 años de trayectoria en el periodismo, ejercicio que inició en su natal Cárdenas en 1981. Ha publicado en diversos medios de Tabasco, Campeche y Chiapas. Dos premios estatales de Periodismo en Campeche, y en Tabasco recibió el reconocimiento "De Periodista a periodista". Corresponsal del diario nacional La Jornada y de la agencia internacional France Press (AFP).