Para Usted
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Las dos Empresas “Productivas” del Estado, Petróleos Mexicanos (Pemex) y la comisión Federal de electricidad (CFE), cuya reactivación se ha convertido en obsesión del presidente Andrés Manuel López Obrador, adolecen de similares problemas, derivados, principalmente, de las concesiones que a lo largo de las administraciones priistas les fueron dando.
Hacia adentro, han sido los funcionarios contemplados dentro de la clase dorada, sí, esa que sigue cobrando sueldos estratosféricos, los que en su carácter de transitorios sexenales, finalmente se van, adjudicándose jugosas cantidades de recursos, al amparo del argumento de sus liquidaciones.
Mientras tanto, el sindicalismo en ambos casos, sigue siendo uno de los principales referentes del gasto, muchas veces innecesario, que carcome la viabilidad operativa de estas empresas, en donde se adolece muchas veces de capacidad técnica o bien, se contrata más mano de obra de la necesaria, sin soslayar las cada vez mayores pensiones que paulatinamente degluten de manera importante sus presupuestos.
Hacia afuera, la corrupción se puede explicar a partir del caso específico del actual testigo protegido (que ya no está tan protegido), Emilio Lozoya Austin, ya debidamente comentado en todos los medios existentes en el país y muchos del extranjero.
Volviendo a los casos que nos ocupan, tanto en Pemex como en la CFE, no se cuenta con la tecnología de última generación en sus respectivos programas de operación, ya que la maquinaria y equipo con los que cuentan, tienen una obsolescencia tan evidente, que el costo de producción en ambos casos, es sustantivamente mayor que las empresas similares de otros países.
A lo anterior, se suma la falta de liquidez para contratar a las empresas que brindan los servicios que tanto Pemex, en exploración, producción y comercialización, como la CFE, en sus aspectos productivos con energías limpias, requieren para producir de manera eficiente y reflejar en el costo final de sus productos, dichas economías, además de que la tecnología con que cuentan, es sustancialmente inferior a la que utilizan empresas privadas que concursan a nivel internacional.
Esto lo saben perfectamente bien los titulares de quienes operan dichas empresas, sin embargo, la obsesión del Presidente por revivir aquellas actitudes de los gobiernos de dizque izquierda, de tener un país con independencia en todos sus rubros, hacen improcedente la participación estratégica de la iniciativa privada, en tiempos como los presentes, que no se cuenta con los recursos suficientes para financiar la modernización de Pemex y CFE y orientar los excedentes hacia el financiamiento del desarrollo (bueno, hacia la regaladera de dinero en los programas del malestar).
Ese es el basamento del problema de ambos casos con énfasis en la CFE, porque sus servicios están directamente vinculados con la aspiración del ciudadano por contar con satisfactores que atiendan aquellas necesidades de índole cotidiana.
El caso específico de la CFE, está en un círculo vicioso. Sus actuales costos de producción, relativamente elevados, los quiere trasladar a los usuarios, olvidándose de su condición de empresa del estado, que vive fundamentalmente de la recaudación fiscal que proviene de los ciudadanos en general.
Su concepción deriva de la visión estatista de brindar este servicio no para hacer negocios sino para coadyuvar en el gasto de las familias y apoyar el desarrollo del país, con la energía que se demanda en el establecimiento de empresas y fábricas en general. Sí, esas que demandan mano de obra.
En La Línea de Fuego** En consecuencia, mientras no se retome la posibilidad de que la iniciativa privada participe, por supuesto, con ganancias, de otra manera no participará, la CFE se mantendrá en la obsolescencia productiva, en donde los costos de producción no le permitirán cobrar el consumo de energía a precios accesibles y el problema social persistirá.
En La Línea de Golpeo** Mientras que, por el otro lado, si no se permite la libre participación de la iniciativa privada en la producción de electricidad mediante el uso de la tecnología que permite la producción de energías limpias, no habrá la inversión requerida y la tecnología con que cuenta, de por sí ya obsoleta, seguirá alejándose de los índices de eficiencia productiva que se requiere para atemperar la generación con los precios de la electricidad, pero lo más importante es liberar a ambas empresas del sindicalismo charro que tanto presupuesto se come y vigilar el uso adecuado del presupuesto que tienen asignado. Porque de que hay corrupción. Hay.
Los Malosos** La Comisión Federal de Electricidad (FCE), como toda empresa, y en su condición de empresa productiva del estado, lo mínimo que busca es que sus índices de eficiencia y productividad se eleven con el propósito de hacerla comercialmente rentable y sea una carga financiera menos pesada para al gobierno.
Jaque Mate** Desafortunadamente su arcaica estructura física (opera con tecnología obsoleta), y administrativa, caracterizada por la renovación de las concesiones laborales y financieras que le otorgaron al sindicato así como a los altos salarios adjudicados a su clase dorada, empezando con su director general, no permiten, al menos por el momento, pensar que con la Reforma se arreglarán los problemas sociales generados por los altos montos que cobran a la ciudadanía, porque bajar los costos de producción requiere la modernización integral y ésta, de recursos financieros que no tiene el gobierno** hasta mañana Dios mediante.