LA POSTA
Fui de los primeros afortunados en conocer los inicios de la modernidad tecnológica de los Reyes Magos: Melchor, Gaspar y Baltazar, a los que no conocí personalmente, pero sospecho que el último de los mencionados era de oficio carpintero y vivía en una céntrica calle de Macuspana a orilla del río Puxcatán. Aún no se inauguraba el primer banco de la ciudad ni el telégrafo contaba con servicio de envío de efectivo por lo que deduzco que los reyes, siendo magos, le enviaron a mí madre por correo fantástico la noche del cinco de enero una transferencia de 10 pesos y centavos desde el lejano Oriente para la compra de juguetes, mismos que llegaron etiquetados para la adquisición y obsequio de un par de pistolas de fulminantes con sus respectivas fundas.
Al día siguiente muy temprano, con su característica alegría y voz de armonio que penetraba profundamente en los sentimientos, mi madre me avisó que me vistiera con mis mejores pantalones cortos para acudir a recoger el regalo de reyes. Me llevó de la mano por la calle Hidalgo hasta el parque central donde se detuvo frente a un estand de coletos y lanzó la orden precisa que le dieron los Reyes Magos: “Escoge un par de pistolas”. Esta nueva modalidad me encantó pues hasta me di el lujo de que el dependiente probara que el tambor del revolver girara, que el martillo golpeara con fuerza y el gatillo no se trabara. Luego de escuchar el precio de la compra, extrajo de su busto un paliacate rojo con billetes y monedas, pagó y regresó la improvisada cartera a su lugar seguro.
Con mi primer par de pistolas al cinto y una carga de fulminantes me junté con mis pequeños amigos y vecinos de la calle Hidalgo y Niños Héroes a los que les llegaron los mismos tipos de juguetes: pistolas de metal, pistolas de agua, pistolas y rifles de dardos, espadas de plástico con escudos, arcos y flechas, tambores de hojalata, soldaditos de plomo que eran mis preferidos y conservaba los del año pasado. Escenificamos una incruenta batalla los infantes del Centro de la ciudad con los del “Otro lado” y los de la colonia El Castaño. Hicimos un ruido muy bonito todo el día de Reyes. En esos años maravillosos la belicosidad de los juguetes contrastaba con la tranquilidad y la paz que se respiraba y sentía en el pueblo de Macuspana donde no pasaba nada importante que no fueran las navidades, los años nuevos y los santos reyes.
La tradición de los Santos Reyes se sostiene, la nobleza se ha transmitido de generación en generación adaptándose a los cambios y sofisticación a que obliga la modernidad. Hay que reconocer que con la pandemia y el cambio climático la situación es complicada para todos, incluso para los reyes magos que vienen de oriente cada seis de enero atraídos por la alegría de los niños y la tradición milenaria del nacimiento de El Mesías. El calor y el frio se juntaron de presto al contado esta semana de Reyes convocados por el mal tiempo, algo así como cuando se juntan el hambre con las ganas de ir al baño.
Este 2022 se parece mucho al 2021, tanto, que juraría que el año viejo y el año nuevo llegaron juntos, como si el año viejo se hubiera tragado otros 365 días para llegar a 730. Ojalá a nadie se le ocurra duplicar el número de días del año con el afán de continuar haciendo de las suyas. Sea por Dios.