¡Buen jueves!
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@vidal_38
“Ese Cuco no tiene madre; me lo encuentro, me encara y me dice: cuando quieras aquí estoy para que me metas preso”, me platicó en alguna ocasión, allá por el año 2019, el entonces presidente municipal de Macuspana, Roberto Villalpando. Era la retadora actitud de un arlequín.
Como alcalde, Villalpando no vio a Cuco tras las rejas, peor aún, a él mismo lo pusieron patitas en la calle por hacer del erario de Macuspana un negocio particular.
Triste ha sido la historia en el municipio. Por lo menos en la última década, ha sufrido marginación y pobreza por tanto saqueo.
En 2010, el Órgano Superior de Fiscalización detectó irregularidades en años anteriores por más de $65 millones. Alfonso Álvarez, alcalde de 2010 a 2012, se lavaba las manos y ponía la pelota en manos de la Fiscalía del Estado para llamar a cuentas a los ex presidentes municipales Freddy Martínez Colomé y Elías Álvarez.
“Grande ha sido el daño al erario”, lamentaba voz en cuello el priísta para restregarle al PRD el desempeño de sus militantes en la gestión pública. Nada ocurrió.
Álvarez pasó de garrote a piñata. Terminó su trienio y el OSFE le acusó de opacidad en el ejercicio de $582 millones calificando a su administración “de altamente ineficiente, desorganizada y negligente en el manejo de los recursos públicos”. Después, el silencio.
También el perredista Víctor González Valerio salió por la puerta de atrás. Repudiado por el pueblo, entregó malas cuentas en su trienio del 2013 al 2015. Se fue liso, dicen allá.
En 2019, el OSFE informó de $355 millones no solventados por Cuco Rovirosa en su gestión del 2016 al 2018.
Su sucesor, Roberto Villalpando prometió meterlo a la cárcel. No pudo. Lo destituyeron de la alcaldía por malos manejos.
En toda esta historia, sólo Cuco rinde cuentas hoy tras su detención de hace unos días. Muchos ex alcaldes deben correr la misma suerte porque han hundido al pueblo en la pobreza.
En fin, embrujado anda ese ayuntamiento. O acaban los presidentes municipales repudiados, expulsados del pueblo o en las mazmorras. Eso sí, todos bien forrados sin devolver un peso, «lo cáido, cáido».
La Morralla
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