Por: César Burelo Burelo
Querido amigo.
Para ser padre, como para ser madre no existen recetas. Incluso, es de los asuntos que menos se interesan los libros de autoayuda, esos que te ofrecen la felicidad o la fortuna en cinco pasos o en veintiún días.
Hay, es cierto textos y escuelas que sugieren modelos de crianza que apunten a lograr hijos con buena autoestima, resilientes, emprendedores, solidarios y otras virtudes que los humanos valoramos. Estos últimos casi siempre están dedicados a especialistas en la educación, a investigadores e incluso a terapeutas.
Pero quienes nos enfrentamos por primera vez a ese reto que supone una buena crianza, generalmente vamos cargados de prejuicios, de dudas, de miedos.
Resulta también para muchos la culminación de una etapa crucial en nuestra vida, llena de emoción, de esperanza, de ilusión por lo que viene y lo que puede ser.
Ambas situaciones se conjugan la mayoría de las veces.
Todo me parece válido, todo lo he vivido y quizá igual que todos los que hemos experimentado esta situación, en algún momento de nuestra vida hemos tenido la triste sensación de haber fracasado rotundamente. Sentir que pudo haber sido distinto, que pudimos haber interactuado de mejor manera con ellos, dedicarles más tiempo, mejores colegios, etc.
Somos los padres, en gran medida una manifestación de lo que fueron los nuestros y ellos de los suyos, es decir, una continuación muchas veces mejorada de nuestra familia.
Pero hoy 19 de junio de 2022, en mi honrosa condición de padre y de abuelo, por primera vez me pongo a reflexionar que si no lo he hecho mejor, no ha sido por negligencia o mala fe, siempre, y tengo claro que no solo es mi caso, ha sido la familia y naturalmente los hijos, la más noble motivación de nuestra vida.
Así, para ser o sentirnos un buen padre, considero que debemos valorarnos también en nuestra condición de buenos hijos, buenos hermanos, buenos vecinos, amigos y sobretodo mejores ciudadanos. Todo va de la mano, la calidad humana abarca todas nuestras emociones y conductas.
Yo, en mi particular historia de vida, tuve al padre más sabio y comprometido con su causa, al más noble y justo, al más entregado a su labor y me sé afortunado incluso en los momentos en que estoy llorando frente a mi terapeuta por lo que me dice son consecuencias de mi infancia.
Ser feliz es también ser buen padre, no propongo que lo seamos siempre, porque de cierto sé lo complejo que resulta, pero vale la pena el intento.
¡ Que tengas un feliz día del padre !