El Tutupiche

Hace mucho tiempo en ésta parte de la Galaxia muy, muy lejana, llamada hoy Villahermosa, allá por los años de mil chorrocientos y tantos, o para ser más exactos, en la época de María Canica, las familias tabasqueñas le hacían honor a sus apellidos.
Como bien dijera el bombero: ‘de esa manguera’, los Herrera se dedicaban a la herrería, los Madera a la maderería, los Castillo a los pilares, los Puche al puchero, los Vergara, a tener chilpayates por racimos, y los Ramos, además de la florería, podían dedicarse a lo que quisieran.
Incluso, la misma María Canica, quien se arrejuntó con un yucateco de apellidos Chí Bolón, creó junto con él, la primera fábrica en el sureste, de canicas y chibolones.
Cabe aclarar, por muy oscuro que lo vean, que quienes no tenían apellidos que combinaran con una profesión, podrían incursionar en cualquier otra que no estuviera ocupada, buscándole primero, la gracia, lo que aprovecharon los Hechem para vender enseres domésticos al contado o en abonos con la frase: ‘Héchem-me el dinero pa´cá’.
Ya sin gracia de por medio, otros, como los García se consagraron al alquiler de baños públicos y de ahí nació la famosa frase que cuando alguien quiere usar el váter, dice: ‘voy acá García’.
La regla de oro no escrita se ensangrentó cuando los Pizá quisieron poner una casa de citas y en base de cristal al ejemplo anterior la gente diría con sorna: voy a casa-a Pizá; brete que aprovecharía don Timoteo para poner un negocio de telas con su nombre real o de cariño.
La Liga de la Decencia y la Legión de las Adoradoras de la Vela Perpetua, rectoras de ese mandato, pusieron el grito en el Cielo, pegaron de brincos y saltos, desemparejaron el suelo y los Pizá mejor tributaron a la venta y distribución de cervezas, y don Timo, a la medicina; molestos, los Vergara, se fueron mucho, muy enojados, pa´ su tierra.
Quebrantada la norma, los Nieves dejaron de vender helados para brindarse al turismo, incluso al político; los Palomino dejaron la mensajería de palomas para convertirse en hoteleros y farmacéuticos; los Limonchi dejaron la venta de limones para crear un famoso cabaret, don Baldemar dejó la fábrica de cubetas de playas, para meterse de lleno a la joyería, y los Rosado usaron sombrilla y talco.
Los Cruces cambiaron su negocio del panteón por la venta de automóviles,
Juan Sapo dejó de brincar en los charcos para meternos a aguas más profundas a través de su ‘Submarino’, y Ciro Morales, aunque no abandonó nunca su moral, se dedicó a la taquería; estaba a un costado del palacio de gobierno, lo quitaron para poner el SAT, pero en su honor la dependencia creó el régimen de ‘Personas Físicas y Morales’.
Los Calles dejaron de construir avenidas, y los Cantón, de administrar provincias, para enfocarse de lleno en el periodismo; así también los Escalante, abandonamos el alpinismo, para ingresar a la música y al cotorreo.
(Lo escrito aquí es broma, espero que ninguna familia se ofenda).