LA POSTA
OPERACIÓN TAMAL. Como dice el dicho a la choca: no está bien pero tampoco es tamal, en referencia a las acciones o las obras públicas necesarias hechas al machetazo, que terminan sirviendo a medias, pero sirviendo al fin. Este dos de febrero se celebra el día de La Candelaria que muy bien podría llamarse el día del Tamal que según la tradición católica se degustan en honor a la purificación de la Virgen María 40 días después del nacimiento del niño Jesús.
Hay cinco mil variedades de tamales en México y cada uno de los 32 estados del país tienen los propios, algunos muy populares como el de Chipilín que nace en Chiapas, es adoptado con gracia por Tabasco y forma parte de nuestra tradición gastronómica y del menú en Palacio Nacional. Pordiositosanto.
OPERACIÓN CHANCHAMITO. De acuerdo con el “Diccionario enciclopédico de la gastronomía mexicana”, cuyo autor es el famoso chef Ricardo Muñoz Zurita, orgullosamente nativo de la colonia La Curva, Ciudad Pemex, Macuspana, en Tabasco este popular tamal, se elabora con masa colada, mezclada con hojas de chipilín, caldo y manteca de cerdo, envueltos en hoja de plátano, se acompaña con salsa de tomate y se espolvorea con queso crema, mejor conocido como queso para desmoronar. Aunque todos son tamales, realmente los tabasqueños le damos este rango a los de masa colada y de caminito; los de chipilín caen en el rango de maneas porque son de masa, ya sea colada o no, revuelta con cilantro, perejil, tomate, cebolla, carne de res, cerdo o pollo, siempre lucen verdes o amarillos y van envueltos en hoja de plátano. En joloche, van los chanchamitos que, en algunos partes, como Nacajuca, son conocidos como chanchan.
OPERACIÓN CHIPILIN. Los tamales van de la mesa a la política. El presidente de México, fiel a su origen tabasqueño, creó lo que podemos llamar “operación chipilín” que consiste en servir en los banquetes de palacio nacional, tamalitos de chipilín, para recordarles a todos su procedencia, la tradición mexicana, la supuesta austeridad republicana de su gobierno y de paso advertirle al pueblo que a la vuelta de la esquina le espera la pobreza franciscana. En las crónicas de los procesos electorales de México, fue muy conocida la “operación tamal” que consistía en meter un bonche de boletas en las urnas marcadas a favor del candidato de su preferencia a un descuido de los opositores o previo trato con estos. En política, el acto de amarrar arriba y abajo el voto, con los fuertes y los débiles, es conocida como “operación chanchamito”, cada día más difícil por la escasa capacidad de los políticos.
LA CAMINERA. La “operación manea”, consiste en operar con la SHCP y la Fiscalía, los medios de apremio para maniatarle las manos a opositores o personajes de un mismo partido que traten de candidatearse en contra de la voluntad del dedo divino. El caso es que los tamales han pasado a formar parte de la tradición política mexicana, donde hay de todo, de dulce, chile y manteca.
En los años 60s, cuando mi madre y mi tía hacían tamales de masa colada para vender, me encomendaban la tarea de levantar los pedidos en la mañana para entregar en la tarde-noche. Deambulaba por las calles de Macuspana con un papel y un lápiz para anotar los nombres que apenas recuerdo: doña Hucha, siete tamales; doña Nora, 10; doña Amelia, dos; doña Noyive, cuatro; Laucín, ocho, Beliche, cinco… hasta completar la cuota propuesta. La mera verdad, mis tamales preferidos son las maneas de shish de chicharrón fritas, crujientes, como dicen los chefs. Sea por Dios.