CARTA ABIERTA
Son o se hacen los tontos quienes piensan que López Obrador es ajeno a la aspiración presidencial de Samuel García. Porque la maniobra política está destinada a que Movimiento Ciudadano divida el voto opositor y facilite el triunfo de Morena en las elecciones de 2024. ¿Tiene esto algo de condenable? En sí, la respuesta sorprenderá a más de uno.
En principio, AMLO es un animal político que ha mostrado la manera de operar a lo largo de su mandato. Una prueba irrefutable de ello es el triunfo obtenido en 23 de 32 gubernaturas, llevándolo a teñir de guinda casi todo el país. Esto, desde luego, no es obra de la casualidad.
El tabasqueño ha inaugurado, si así se le puede llamar, una nueva forma de operación política. A diferencia de los viejos tiempos del PRI donde la imposición y el fraude eran la norma, o cuando el PAN competía libremente con sus opositores aceptando el juego democrático, AMLO ha practicado una política de terciopelo para meter a sus adversarios al redil de la 4T.
No es que el presidente o alguno de sus interlocutores haya exigido la derrota a los opositores, porque en política no siempre es obligado decir las cosas expresamente. En las grandes ligas se usan las señales, y esos simbolismos no escritos son los que llevan a actuar a sus protagonistas. Este es el caso de todos los gobernadores que han perdido elecciones en lo que va del sexenio presidencial. En la mayoría de los casos, salvo excepciones como los casos de Coahuila, Durango o Querétaro, quienes perdieron han tenido premios de consolación con embajadas o consulados. O simplemente con no ser objeto de indagatorias a sus gestiones.
Mediante mensajes cifrados que van desde el simple discurso público del apapacho, la asignación de los presupuestos federales o las visitas de trabajo, AMLO ha logrado la claudicación de casi todos los gobernadores de oposición. Ha sido el pragmatismo llevada al máximo nivel.
López Obrador, por lo tanto, no es el culpable de que haya habido mandatarios agachones o corruptos que optaron por salvar su pellejo antes que meterse en una lucha que sabían perdida. Ahí están, entre muchos otros, los casos de Hidalgo, Estado de México y Oaxaca, donde cada uno de los titulares del Ejecutivo cayeron ante el carisma del macuspanense. Por el contrario, los que decidieron dar la batalla acertaron y ahí están en las sillas de sus palacios de Gobierno.
Por eso es que el caso de Samuel García parece ser una calca de la metodología usada en los casos anteriores. El presidente lo ha apapachado públicamente, le ha apoyado en su gestión, ha criticado duramente a sus opositores en Nuevo León y le ha alentado en su aspiración presidencial. Antes ha debido existir uno que otro guiño para Dante Delgado, tanto que el dueño de MC tiene ahora mismo dos opciones como aspirantes presidenciales: el gobernador regiomontano y Marcelo Ebrard.
El plan político de López Obrador resulta obvio en el sentido de dividir el sufragio del Frente Amplio por México para quitarle presión a Morena y lubricar su victoria en 2024. El patético mandatario neoleonés no ganará las elecciones, pero sí le quitará fuerza a Xóchitl Gálvez. La bola está tan cantada que habría que ser muy ingenuo para no verla venir.
Esta es la política real y López Obrador está operando como lo que es: un animal político. Puede que a muchos no les guste, o que llamen a esto un abuso por usar el peso presidencial para influir en las elecciones. Sin embargo, el mandatario nacional no está amenazando u obligando. En realidad, está dejando que los interesados tomen sus propias decisiones sobre la alfombra que se les ha tendido.
Algunos querrán caminar sobre ella y otros no, esa es una decisión individual de los involucrados. Pero de que AMLO les pinta alternativas, sí que lo hace de forma inteligente.
¿Es esto condenable? La respuesta es “no”. No, porque todo ello forma parte del juego político, donde las fuerzas participantes usan las herramientas disponibles. En realidad, esto mismo hicieron el viejo PRI y el PAN en la Presidencia. Y lo mismo hacen el resto de las fuerzas políticas en sus distintos niveles de acción.
La opción de Samuel García es propia, como propia fue la de los gobernadores que perdieron sus estados ante Morena. El embrujo del presidente López Obrador los sedujo y ahí están los resultados. Hay un presidente más astuto en lo político de lo que muchos suponían. Aunque a muchos, es verdad, no les parezca moral esa forma política de proceder.