CARTA ABIERTA
La excandidata presidencial de la oposición ha aprendido una lección de la manera más cruel: ser repudiada por quienes la alzaron como estandarte.
Ahora, su figura se desvanece en el limbo de la irrelevancia. Su caída no es solo un fracaso personal, sino un manual de cómo malograr una oportunidad histórica.
Su desplome comenzó la noche del 2 de junio de 2024.
Cuando Gálvez reconoció, muy de prisa, su derrota ante Claudia Sheinbaum, muchos vieron pragmatismo; sus aliados, una claudicación prematura.
Aquel gesto, interpretado como una rendición sin combate, fracturó la ya frágil coalición PRI-PAN-PRD.
La oposición necesitaba un relato de resistencia, pero ella optó por un guion de capitulación.
La comparación con María Corina Machado, líder opositora venezolana que desafía a Maduro sin ceder centímetros, se volvió inevitable. Mientras Machado encarna tenacidad, Gálvez se convirtió en meme: la candidata que bajó la bandera antes de la batalla.
Su siguiente movimiento fue aún más errático: anunciar la creación de un nuevo partido, una «fuerza moral» que trascendiera ideologías.
Pero la realidad es implacable. Al consultar a sus seguidores —incluyendo a los efímeros «xóchitlovers»—, descubrió que el respaldo era un espejismo.
El Frente Cívico Nacional, que apoyó su campaña, mutó en Somos México (Somos MX) sin incluirla en su narrativa. ¿La razón? Su imagen, ahora tóxica, divide en lugar de unir.
Gálvez insiste en que no hay ruptura con sus exaliados, pero sus acciones delatan aislamiento.
Su discurso, entre confuso y evasivo, refleja una estrategia sin rumbo: habla de «reflexión», pero evade explicar cómo planea reconstruir su credibilidad.
La «Marea Rosa», que ilusionó al sector urbano del país, hoy es la voz de su conciencia.
El video de fines del año pasado donde le gritan «¡traidora!» sintetiza su tragedia: la líder que prometió unidad, hoy personifica la desunión.
¿Qué lecciones deja este ocaso? Primero: en política, las concesiones prematuras se leen como traiciones. Segundo: sin bases sólidas, el carisma se desinfla. Tercero: México vive una reconfiguración donde Morena domina no solo por sus acciones propias, sino por los errores de una oposición fragmentada.
La historia de Xóchitl tenía elementos épicos: mujer de origen indígena, empresaria exitosa, outsider prometiendo renovación. Pero el final es prosaico: rechazada por su coalición, ridiculizada en redes, reducida a un movimiento civil marginal.
Es la crónica de una muerte anunciada, donde la víctima escribió su propio epitafio con decisiones equivocadas y silencios cómplices.
México merece una oposición vigorosa, pero eso requiere líderes con congruencia y audacia. Xóchitl Gálvez pudo serlo, pero eligió el camino de las contradicciones.
Ella es una esperanza truncada, con una advertencia: en política, la confianza se pierde solo una vez.