CARTA ABIERTA
Donald Trump no negocia: impone. Su amenaza de aranceles del 25% a México a partir del 1 de febrero no es solo una guerra comercial. Es un ultimátum: exige que el gobierno de Claudia Sheinbaum muestre resultados contundentes contra el fentanilo y la migración. Porque el magnate quiere victorias para su base de seguidores.
Howard Lutnick, el virtual secretario de Comercio, lo dejó claro en el Senado: “No es un arancel per se. Es una acción de política doméstica: cierren sus fronteras y detengan el fentanilo”.
Traducción: si México actúa rápido, los aranceles se evitan. Si no, pagará. Lutnick lanzó un salvavidas condicional: “Si siguen cooperando, no habrá aranceles”. ¿Generosidad o estrategia para evitar una crisis bilateral?
Al mismo tiempo, Sheinbaum juega su propia partida de póker. Desde Palacio Nacional, minimiza la amenaza: “Hay diálogo”. Pero tras esa calma aparente hay preocupación sobre lo que Trump se atrevería a cumplir el próximo sábado.
La presidenta insinúa que tiene un plan secreto si Trump actúa, pero no puede revelarlo. ¿Por qué? Porque admitir preparación es reconocer que la amenaza es real. Y en política, eso es ceder terreno.
El mensaje de Washington es claro: quieren un Estado mexicano antidrogas.
No sólo capturas mediáticas, sino decomisos récord, operativos contundentes. Algo que Trump pueda vender como triunfo.
Sheinbaum lo sabe, pero su dilema es profundo: si cede a la presión, alimenta la narrativa de que México actúa solo bajo amenazas. Si no cede, arriesga una guerra comercial que podría no tener fin en los cuatro años del mandato trumpista.
Por ejemplo, Valmex, una Operadora de Fondos de Inversión autorizada en México que administra diversos portafolios de activos financieros, proyecta aranceles del 10%, no del 25%.
El peso, estable en 20.50 por dólar, sugiere que los mercados creen en el diálogo.
Pero Trump es impredecible.
AMLO desplegó a la Guardia Nacional en la frontera para calmarlo. Hoy, Sheinbaum podría tener que ofrecer otro gesto: ¿extradiciones?, ¿asaltos a laboratorios clandestinos de droga?, ¿mayor colaboración con la DEA?
Marcelo Ebrard, secretario de Economía, asegura que “no habrá sorpresas” en la respuesta mexicana.
Sheinbaum habla de colaboración entre iguales, pero en este juego Trump no ve vecinos: ve los intereses estadounidenses.
Y si México no le da algo que él pueda anunciar como otra victoria diplomática, apretará más la tuerca.
Sheinbaum puede resistir y esperar que Trump se distraiga con otras batallas (China, Rusia, Corea del Norte, inflación, agenda ‘woke’), o puede responderle con una carta de alto valor: acciones visibles contra la inseguridad que, de paso, limpien la imagen de un partido que enfrenta señalamientos de la oposición en este sentido.
La ‘hora cero’ se acerca. Y si bien los aranceles de febrero parecen esquivables, Trump ya ganó algo: poner a México contra la pared. De nuevo.