CARTA ABIERTA
La reaparición del general Salvador Cienfuegos en la Marcha de la Lealtad generó polémica debido a su historial legal, ya que fue detenido en 2020 en Estados Unidos por presuntos vínculos con el narcotráfico y lavado de dinero, aunque posteriormente fue liberado y absuelto tanto por las autoridades estadounidenses como mexicanas.
Su participación el evento militar del domingo 9, provocó revuelo político y mediático, especialmente porque fue ubicado en un lugar destacado.
Durante su conferencia matutina, la presidenta Claudia Sheinbaum minimizó las críticas y defendió la presencia de Cienfuegos, argumentando que obedecía a protocolos militares y que se acostumbra invitar a todos los exsecretarios de la Defensa a este tipo de actos oficiales.
Además, reiteró que no existen pruebas suficientes que sustenten las acusaciones en su contra, lo cual respalda la decisión de las autoridades estadounidenses de liberarlo durante el primer mandato de Donald Trump.
Esto ha sido interpretado como una defensa implícita hacia el secretario de la Defensa durante el gobierno de Enrique Peña Nieto, enviando un mensaje de unidad institucional y restitución del honor al Ejército Mexicano.
Cienfuegos fue detenido en octubre de 2020 en el aeropuerto de Los Ángeles por agentes estadounidenses a petición de la DEA, acusado de narcotráfico y lavado de dinero.
Según las autoridades estadounidenses, el militar habría colaborado con el crimen organizado entre 2015 y 2017, facilitando operaciones del cártel de H-2, liderado por Juan Francisco Patrón Sánchez, alias «El H2».
Sin embargo, tras meses de investigación, el Departamento de Justicia de EE.UU. decidió liberarlo en enero de 2021, argumentando que no había suficientes pruebas concluyentes para llevarlo a juicio. Esto ocurrió durante el último mes del mandato de Donald Trump, lo que generó especulaciones sobre posibles negociaciones políticas con López Obrador.
Cienfuegos fue extraditado a México, donde la Fiscalía General de la República, al mando de Alejandro Gertz Manero, también lo exoneró.
Lo cierto es que su exculpación fue un verdadero tanque de oxígeno para el priista Peña Nieto, aliado de AMLO, ya que así se eliminó cualquier sospecha sobre cuestiones de protección al crimen organizado en su sexenio.
Ahora, su asistencia al acto de la Marcha de la Lealtad, a invitación de Sheinbaum, envía un simbolismo: reafirmar la lealtad del Ejército hacia el gobierno morenista y consolidar la unidad institucional frente a posibles tensiones internas o externas, en especial por la presión de Trump.
Su participación podría interpretarse como un intento por cerrar heridas históricas, especialmente en momentos en que el papel del Ejército es central en seguridad pública y proyectos estratégicos del gobierno federal.
Este es el mensaje, la señal, que estaría enviado Sheinbaum al situarlo en un lugar protagónico del presídium. Y el lunes, al defender su inocencia ante las preguntas de los reporteros en la mañanera.