CARTA ABIERTA

 

Durante décadas, Televisa vendió la ilusión de ser el espejo donde México podía verse. Hoy, esa pantalla se resquebraja para mostrar algo más turbio: una maquinaria dedicada a fabricar realidades convenientes, al servicio de intereses políticos y económicos propios.

La filtración de más de 5 terabytes de información a Carmen Aristegui, hecha por un exempleado de la empresa, confirma lo que muchos intuían, pero pocos podían probar.

En el corazón de Chapultepec, donde alguna vez se presumió «objetividad», operaba en sigilo el equipo conocido como “Palomar”: redactores, editores, diseñadores y especialistas en redes tejían campañas de odio, exaltaban a favoritos del momento y manipulaban percepciones a través de cuentas falsas, memes y videos editados a la carta.

No improvisaban: cada movimiento era parte de un guion aprobado en las alturas de la empresa.

El nombre de Emilio Azcárraga Jean aún flota en este lodazal, aunque su retiro de la presidencia en 2024 –forzado por investigaciones de corrupción en Estados Unidos– buscó alejarlo de la tormenta.

Sus sucesores, Alfonso de Angoitia y Bernardo Gómez, mantuvieron el teatro en marcha. Y, en los sótanos de esa gran maquinaria, Javier Tejado Dondé dirigía el «cuarto de guerra» como un general de sombras.

Más grave aún es la participación de funcionarios de la Suprema Corte en este entramado. La línea que separa a medios, política y justicia se desdibujó: fue arrasada con descaro. Quienes debían garantizar imparcialidad, colaboraban en el montaje de campañas negras o en la fabricación de falsos escándalos.

La caída de Televisa será una explosión dramática. Será una erosión silenciosa, inevitable. Cada byte filtrado dinamita la poca credibilidad que la televisora aún conservaba. Sus noticieros, sus revistas, su aparato de entretenimiento entero, quedan ahora bajo sospecha.

Esta crisis para Televisa es un espejo para un país que aprendió a desconfiar demasiado tarde. La llamada ‘caja idiota’ que formó generaciones también modeló su cinismo.

Hoy, ante las pruebas irrefutables, ya no cabe el escándalo ingenuo: lo que toca es entender el tamaño del daño y exigir cuentas.

El periodismo independiente, que durante años ha sido tachado de incómodo o amarillista, sostiene ahora las piezas de una verdad incómoda que busca salir a flote.

Las filtraciones en poder de Aristegui Noticias nos regalan algo más valioso que el morbo de la intriga: la confirmación de que la televisión no solo narró nuestra historia reciente… también la falseó.

Y debe ser contada hasta el último detalle.

 

 

 

Por Jorge Núñez

Periodista nacido en Villahermosa, Tabasco. Ha sido reportero de los diarios Contacto y a. m. de León, Guanajuato, además de Tabasco Hoy y Milenio Tabasco. También estuvo como jefe de la oficina del diario Correo de Guanajuato en la ciudad de León. Fue jefe Información de Diario Presente. Ha cubierto campañas presidenciales y a la gubernatura. Desde hace doce años es autor de la columna CARTA ABIERTA, publicada en varios portales electrónicos Twitter: @jorgenunez63