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En medio de las turbulencias políticas que atraviesa México y el mundo, las alianzas internacionales de los partidos políticos mexicanos despiertan cada vez más atención y polémica. La reciente reunión de Carolina Rangel, secretaria general de Morena, en Cuba, y la firma de un acuerdo de cooperación con el Partido Comunista de Cuba, abren un debate sobre las implicaciones de estos vínculos y su impacto en la política interna y en la imagen del país.
La visita a la isla y el respaldo explícito de Morena a Cuba, que Díaz-Canel calificó como una muestra de “solidaridad” y “aprecio profundo,” no son meros gestos diplomáticos. En realidad, reflejan una postura que, si bien puede interpretarse como un movimiento estratégico, también puede generar controversia por el contexto del régimen cubano, considerado por muchos como una dictadura que ha limitado libertades y derechos humanos durante más de 65 años.
El hecho de que Morena, partido en el poder en México y con una presencia importante en la política nacional, establezca vínculos con un régimen autoritario plantea una serie de cuestionamientos éticos y políticos. ¿Qué valores estamos promoviendo al fortalecer alianzas con un gobierno que no respeta los principios democráticos? ¿Qué mensaje enviamos a la ciudadanía y a la comunidad internacional?
No se trata solo de una relación diplomática, sino de un acto que puede ser visto como una aceptación o, al menos, una tolerancia, a un sistema que ha sido cuestionado por su falta de libertades y por las violaciones a los derechos humanos. La referencia de Rangel a la cooperación y al “aprendizaje” con Cuba puede interpretarse como una justificación o un respaldo, lo cual resulta preocupante en un contexto donde la defensa de la democracia y las libertades individuales deben ser prioritarias.
Por otro lado, las alianzas internacionales deben ser evaluadas con cautela y responsabilidad. México, como nación soberana, debe mantener una postura clara y firme en defensa de sus valores democráticos, sin dejarse influenciar por relaciones que puedan comprometer su imagen o su política exterior.
En definitiva, estas acciones ponen sobre la mesa un debate fundamental: ¿hasta qué punto estamos dispuestos a tolerar la cercanía con regímenes que limitan las libertades? La política exterior, así como la interna, deben estar guiadas por principios y valores que reflejen la historia y la identidad democrática de nuestro país.
El tiempo dirá si estas alianzas fortalecen o entorpecen la democracia mexicana. Lo que sí es claro es que, en política, las decisiones tienen consecuencias, y el respeto por los derechos humanos y la libertad deben ser siempre la dirección que guíe nuestras relaciones internacionales. Al tiempo.