Carta Abierta
Lo que podría pasar como un nombramiento técnico, es en realidad un mensaje político con todas sus letras. La llegada de Juan Molina Becerra al Instituto de Administración Pública de Tabasco, IAP, no es un acto menor.
Es, en realidad, una jugada cuidadosamente negociada que apunta a un propósito mayor: despresurizar la relación entre dos de los pesos pesados de Morena en Tabasco, el gobernador Javier May y el senador Adán Augusto.
Molina no es un recién llegado ni un burócrata improvisado. Es un político macuspanense, la tierra de López Obrador, con historia, curtido en el PRI. Es recordado aún como uno de los operadores del desalojo violento de perredistas en Plaza de Armas en enero 1995. Nada menos.
Su designación, aunque revive viejas heridas entre los obradoristas más ortodoxos, lo cierto es que evidencia los movimientos tácticos que se están ejecutando en la trastienda del poder local.
El nombramiento lleva la huella de Jaime Lastra, padrino político de Molina y pieza del ajedrez adancista. Que Javier May lo respalde públicamente y le entregue el control del IAP no es un gesto aislado: es el pago de una cuota política que responde a compromisos asumidos durante la pasada elección. Molina hizo su parte en la campaña de 2024, y ahora tiene su recompensa.
Para los fanáticos de la confrontación —esos que se frotan las manos con cada roce interno entre May y Adán— este nombramiento les arruina la narrativa.
Porque lejos de incendiar el escenario, May opta por el camino contrario: tender un puente. La política no siempre se grita; a veces se teje en silencio y se firma con nombramientos discretos pero significativos.
Lo interesante es que May no lo hace desde la debilidad. Lo hace desde la fortaleza del poder, al frente de un gobierno con siete meses de iniciado, y con el respaldo popular aun vivo. No necesita pelear; puede darse el lujo de elegir sus batallas. En este caso, ha dado un paso para apaciguar un frente innecesario con el grupo de Adán Augusto.
¿Se están reconciliando? No forzosamente. Pero sí están ajustando las piezas para convivir sin dinamitarse mutuamente. En Tabasco, donde los enconos se prolongan más que las lealtades, esto ya es decir bastante.
Sabiendo que muchos ya andan en campañas adelantadas, el mensaje es claro: May busca un acercamiento civilizado con Adán.
Y Molina, con toda su atropellada historia política a cuestas, es una muestra de ese tejido fino. Tan simbólica como estratégica.
En política, el que cede un espacio no siempre pierde; a veces, simplemente se adelanta al siguiente movimiento. Y todo indica que Adán está en esa misma sintonía de limar asperezas.
: LA RÚBRICA
Erubiel Alonso, ese paladín de los discursos reciclados, alzó la voz —desde muy lejos, claro— para pedir diálogo en el conflicto del Tecnológico de Los Ríos. Qué valiente, qué presente… en medios, porque en el plantel no se ha parado desde que salió con su título bajo el brazo y sin mirar atrás. Hoy, con su olfato fino para detectar reflectores, lanza llamados enérgicos mientras evita el olor a realidad. Ni por Tabasco quiso postularse, vaya cariño. Pero eso sí: exige soluciones sin usar la fuerza… ni las piernas, porque ni caminó al plantel. A Erubiel le preocupa la educación, pero desde su zona de confort… El llamado Movimiento Democrático 19 de Enero anuncia con bombo su adhesión a Morena, como si se tratara de una renovación genuina. Sin embargo, algunas de sus figuras son rostros reciclados, sobrevivientes del naufragio político que en su momento se sirvieron del poder y negaron el proyecto de López Obrador. Ahora regresan con aires de redentores, pretendiendo “vigilar” al mismo partido que en otro tiempo combatieron o ignoraron. Esta afiliación no refresca nada; al contrario, deja ver que la política aldeana de Tabasco sigue abriéndole la puerta a los mismos de siempre, disfrazados de vigías, pero con la mochila cargada de pasado… La elección judicial del 1 de junio en Tabasco se perfila como un experimento que podría fracasar antes de comenzar. Las previsiones apuntan a una participación ciudadana de apenas entre el 10 y el 15 por ciento, reflejo de un desinterés palpable. Aunque el INE refuta estas cifras, la apatía no se disipa. La falta de información clara, la complejidad del proceso y las dudas sobre la idoneidad de los candidatos han minado el interés ciudadano. Si este ejercicio democrático no logra conectar con la población, podría convertirse en un precedente que cuestione la viabilidad de elegir jueces por voto popular.