CARTA ABIERTA
En la política, como en el arte, la copia nunca supera al original. Y en las últimas semanas, varios políticos –principalmente en Tabasco pero también en otros puntos del país– han decidido subirse a un escenario que no les pertenece: el de Andrés Manuel López Obrador.
Lo imitan en el tono, en la pausa estudiada de sus palabras, en sus frases hechas y hasta en esa manera peculiar de convertir la anécdota personal en argumento político. Pero hay un problema: nadie puede ser AMLO, excepto AMLO.
Andrés Manuel no es un personaje sencillo de replicar. Su forma de ejercer el poder, de desafiar a las instituciones y de mantener un vínculo emocional con millones, lo convirtió en un fenómeno político singular. Aceptémoslo, es un «animal político» en el sentido más crudo del término: supo moverse en la arena del poder como pocos.
Su figura tiene el peso de la historia, de la terquedad, del carisma y de un largo trayecto de lucha. ¿De verdad creen que con una entonación parecida o un discurso calcado van a generar el mismo efecto?
Estos nuevos «imitadores» cometen un error doble: por un lado, renuncian a construir su propia identidad política y, por otro, subestiman la inteligencia de los ciudadanos.
El electorado distingue entre el original y la caricatura.
A la gente no le gusta que le vendan un duplicado mal hecho.
AMLO podrá haber polarizado al país, pero incluso sus detractores admiten que es un personaje auténtico, con errores, sí, pero también con una estrategia clara. ¿Qué ofrecen sus imitadores? Nada más que un eco sin sustancia.
Está bien inspirarse en sus principios, en su visión social, en la intención de combatir la corrupción o de poner al pueblo en el centro del debate. Pero de esto a pensar que tendrán el mismo aprecio y cariño hay un mar de distancia.
Gobernar exige asumir riesgos propios, tomar decisiones que no siempre gusten, y sobre todo, responder con responsabilidad y autenticidad.
Quien tenga un cargo público debe entender que la política no es teatro de sombras.
No se trata de actuar como si uno fuera otro, sino de hacerse cargo de su propio papel.
Porque los clones, en política como en la ciencia ficción, casi siempre terminan mal.
:LA RÚBRICA
La revocación de visas a la gobernadora de Baja California, Marina del Pilar Ávila, y a su esposo Carlos Torres, anunciada como parte de una investigación en curso, parece marcar el inicio de una ofensiva del gobierno estadounidense contra funcionarios mexicanos con posibles nexos con el crimen organizado. Aunque no hay acusaciones públicas, Washington comienza a aplicar sanciones políticas disfrazadas de medidas migratorias. El acto se suma a rumores donde alcaldes, legisladores y hasta exgobernadores serían objeto de acciones similares. Esta estrategia presiona a México desde otra trinchera: la del prestigio y la movilidad internacional. Lo más inquietante es la ausencia de explicaciones oficiales, lo que lleva a suponer que existe una lista creciente de políticos bajo la lupa. ¿Quién sigue?