No podía dar crédito a esas manos marcadas… ¡Alguien pudo hacerlas!… No faltaba nada… Las cubetas estaban intactas… El enigma sigue sin despejarse la duda.

Alberto es un muchacho de 22 años de edad que, para la temporada decembrina del año pasado, se vio en la necesidad de buscar trabajo temporal para ayudar a sus padres y algo para sus gastos personales.

Beto, como es conocido por sus amigos de la escuela, le encanta la carrera de administración y comercio, pero debido a la situación económica en Tabasco y México, se vio obligado a buscar trabajo de medio tiempo.

Nuestro protagonista es un apasionado de los secretos de la magia, la hechicería, la1 brujería y todo lo relacionado con el misterio.

También nos comenta Alberto que, en ocasiones, se reúne con amigos de su colonia Las Gaviotas, con muchos de la época de bachillerato y otros de su carrera actual, con el propósito de contarse entre ellos leyendas, historias y muchas vivencias de sus padres, tíos y adultos mayores con quienes tienen amistad.

Nos argumenta Alberto que, después de dar muchas vueltas solicitando poder emplearse en lo que sea, por fin un señor que estaba limpiando y arreglando una casa en la periferia del mercado Pino Suárez, pudo descansar y charlar con el recién conocido que encontró en su camino.

Beto platicó a su interlocutor que estudiaba en la universidad y que, en esos momentos, buscaba trabajo para aportar dinero y ayudar en la economía familiar… de lo que le ofrecieran.

Su nuevo amigo, que entró en confianza tan pronto como se dio la química por el estilo de charla de ambos, le dijo que rentó ese local para vender pinturas para interior y exterior de las casas… Por eso la estaba limpiando… Le urgía dejarla aseada y en condiciones para iniciar con el negocio.

Como ya estaba Beto fastidiado de caminar varias horas sin encontrar empleo, se ofreció a ayudar en la limpieza para que terminara lo más rápido posible.

Ya entre los dos, la jornada de aseo fue más entretenida y pronto terminaron.

Beto, al despedirse y disponerse a retirarse a su domicilio, fue invitado por su nuevo amigo para que al día siguiente muy temprano se presentara a trabajar con él… Ahí en la venta de pintura… A lo que aceptó muy contento.

Se instalaron, acomodaron los botes de pinturas en anaqueles, rotularon cartulinas con promociones; juntos, al frente de la tienda y en lugares cercanos, hicieron el famoso “canbaceo”, que no es otro que el tradicional “volanteo”, repartiendo folletos a los ciudadanos que por esa zona caminaban.

Pasado un mes, el negocio iba funcionando muy bien; por tanto, su patrón le tomó mucha confianza y le dio, en ocasiones, las llaves para abrir más temprano y vender más.

Un día de esos, Beto, al abrir la cortina1 metálica, vio en una amplia zona, detrás del mostrador, un poco de pintura en el piso… Pero al mirar detenidamente, ¡vio unas huellas de manos como de niños!

De inmediato le habló por celular a su jefe reportando el hecho. En muy poco tiempo ya estaba su jefe en la tienda de pinturas.

Ambos checaron cada detalle de las huellas… Luego revisaron los botes de pinturas uno por uno… Ninguno había sido abierto; todos estaban herméticamente cerrados.

Se compraron un refresco de aguas gaseosas para analizar detenidamente la situación y saber qué era lo que sucedía.

Pasaron dos horas y no encontraron nada irregular. Fue entonces que Beto le preguntó a su patrón por los trámites de la renta del local.

Fue en ese punto que el empresario recordó un breve comentario de la dueña del local: “No sé por qué nadie dura en esta casa… La renta es baja y aún así no duran.”

Lo curioso de Beto fue que caminó varios locales más y fue preguntando si en ese local de pinturas había sucedido algún accidente alguna vez… Y afirmativo fue su temor. Un adulto mayor de otro comercio le aseguró que muchos años atrás había sucedido una tragedia de una familia en esa casa.

Volvió con su patrón y le contó lo expresado por aquella persona anterior.

Beto recibió la observación de su jefe de empezar a buscar otro local en la periferia del mercado y cambiarse para seguir con ese negocio.

Un mes esperaron y encontraron otro local, a donde se cambiaron. Pero en ese lapso ya no hubo más pesadillas durante la jornada laboral, aunque no estaban dispuestos a un susto mayor.

¿Tiene usted un negocio y ya sufrió un susto como estas personas? ¿Le gustaría enfrentar un caso similar porque usted no cree en estas cosas de fenómenos paranormales?

Por Juan René Colorado Sosa

Periodista tabasqueño. Iniciador de la crónica parlamentaria en 1978 en Diario Rumbo Nuevo con la columna Tribuna Legislativa, y luego, en 1978, en Diario PRESENTE, donde estuvo hasta 1997. En el Diario PLUMAZO DIGITAL se publican actualmente la Tribuna Legislativa, la columna política PODER Y GLORIA, diariamente la columna GRAFI - CASOS y cuando hay, La Mañanera. Cuenta con el Premio Estatal de Periodismo género CRÓNICA en 1991, y en 1995 en el género REPORTAJE y otros más. Los miércoles publica en el Diario TABASCO HOY los Relatos Macabros, en tanto sus colaboraciones están en las redes sociales Youtube y Facebook.