Arturo sabía lo que sucedía, pero no decía nada por temor a que su pareja lo dejara. Pero ella estaba muy asustada y se despertaba con sobresaltos porque la situación ¡era terrible! Ante el enigma, ella aguantó un poco, ¡pero ya no pudo soportar la angustia!
Pareciera que esta historia tuviera cierto color rojo intenso, y a lo mejor, algunos la clasificarían en nivel triple X, pero no es así. Es una vivencia donde existen estos tipos de fenómenos paranormales que se producen ante el abandono de una vivienda.
En esta ocasión nos entrevistamos con Arturo, quien, un tanto nervioso, no sabía por dónde empezar con su relato, porque tal vez pensaba que estaba subido de tono y muchos no lo creerían.
Arturo dice que durante muchos años estuvo casado y con su esposa procrearon dos niños, que hoy ya son mayores de edad. Pudo comprar una nueva casa y se la entregó a su exesposa y sus hijos.
De tal manera que la vivienda donde antes vivía se localiza fuera de la ciudad, casi en el medio rural, y por eso mayormente permanece abandonada, dado que él, por su trabajo, renta un departamento muy cerca de su fuente laboral.
Afirma y asegura que en aquel entonces vivía solo, pues tenía que trabajar duro para pasar la pensión y estar apoyando a sus hijos para evitar problemas legales, así que aquella otra casa la visitaba en algunas ocasiones.
Arturo manifiesta que algunas veces extrañaba el ambiente de familia, pero por diferencias de caracteres entre él y su esposa se tuvo que tomar esa dura decisión de la separación matrimonial.
Dada la soledad que muchas veces lo invadía, Arturo fue dándole forma a una posible futura relación con una amiga de estudios universitarios, la cual también había pasado por una situación similar a la de él: la separación de pareja cuando no hay entendimiento mutuo.
Llegó el grado en que, con su nueva pareja, logró un acuerdo en las condiciones de una convivencia familiar sana y duradera. El trato fue formal y ambos aportaron algunas reglas para que todo fuera democrático y no existiera alguna posibilidad de que uno de los dos sacara provecho de las reglas expuestas.
Ahora bien, las llaves de su primera casa las tenía él, pues nadie más podía estar en ella, puesto que su exesposa y sus hijos tenían la otra vivienda para ellos.
La relación inició a tambor batiente y acordaron refugiarse temporalmente en la primera casa de Arturo para su primera noche de encuentro con su nueva pareja.
Hubo una discreta cena, una excelente charla, recordaron tiempos universitarios y se desearon una convivencia plena. Todo estuvo perfecto, en armonía y con amplios horizontes.
Llegó la hora de ir a la alcoba y también estuvo de maravilla su reencuentro.
Ya descansaban ambos enamorados, pues el día había sido agotador por la novedad. De repente, María, que era el nombre de la chica, pegó un grito desesperadamente: ¡ahhhhh!
De inmediato, Arturo también despertó asustado.
—¿Qué pasa, Mary? ¿Qué te sucede? Dime qué pasa, ¿por qué gritaste?
La chava, sumamente asustada, le preguntó si él le había agarrado con fuerza una pompa y la espalda. A lo que él respondió que no:
—¡Yo estaba durmiendo!
Arturo la exhortó a volver a dormir y a que ya mañana hablarían de ese incidente, pues en la casa ni en la habitación había nadie ni nada. Procedieron a conciliar el sueño tanto Arturo como María, y el resto de la madrugada transcurrió sin otra novedad que los incomodara.
En el segundo día de convivencia como nueva pareja, tocaron el tema de la medianoche de manera superficial, donde combinaron supuestos argumentos:
—¡Fue una pesadilla!
—¡Tal vez te lo imaginaste!
—¡Te lo creíste!
Llegó la noche, cenaron y todo el ambiente fue excepcional. Se durmieron de nuevo.
Eran casi las tres de la madrugada cuando de pronto María pegó un fuerte grito y, ya sentada en la cama, lo agitó con movimientos bruscos y pudo despertar a Arturo.
De nuevo, nuestro protagonista le hizo las mismas preguntas de la noche anterior, pero ahora María le enseñó parte de su pierna y sentadera, un tanto irritada y de color rojo, pues ella sintió claramente una mano y un fuerte jalón de su piel.
En efecto, Arturo pudo comprobar esas marcas en el cuerpo de su nueva pareja.
—¿Cómo te hiciste esto? ¿Con qué te lo hiciste?
La mujer estaba horrorizada, desesperada, y le suplicó a Arturo retirarse de inmediato de esa casa.
Nuestro narrador, para no perder a esta nueva pareja, alistó todas sus pertenencias y abandonaron aquel lugar en esos momentos sin importar la hora.
Se instalaron en el departamento de Arturo y, después de mucho tiempo, se vio obligado a contarle toda la verdad a Mary. Uno de los motivos de su separación con su exesposa fue eso que sucedía en aquel hogar: había duendes traviesos que constantemente invadían la casa para hacer travesuras; solo travesuras, porque nunca lastimaron a nadie. Arturo se negó a vender la vivienda en aquel entonces, y todo porque era herencia familiar, pero finalmente sí la vendió para conservar a María.
¿Tiene usted una casa abandonada? ¿Conserva usted duendes o energías en su vivienda? ¿Le gustaría disfrutar de las travesuras de estas entidades de la naturaleza?