PODER POLÍTICO

El concepto de «Democracia» en México como filosofía de vida interna común entre los entes ideológicos resulta ser un imposible, al no haber en la forma ni en el fondo un genuino «Sistema de Partidos Políticos» que se precie de serlo en armonía al artículo 41 constitucional federal. La partidocracia ni está integrada por ciudadanos ni representa al interés social.
Sin filias ni fobias, ni tampoco pretender descubrir el coloquial hilo negro, sí es motivo de preocupación que estos que se dicen «Partidos Políticos», regidos por cuotas y cuates, no hallan sentido alguno a revertir un descrédito absoluto bien ganado entre el colectivo social, tantas veces defraudado en épocas electorales así como en el ejercicio de la autoridad pública de gobierno que les fue otorgada por voluntad popular.
Alarma que el mexicano carezca de algún ente ideológico de fiar que les represente en sus intereses lícitos de aspirar a un anhelado bien común, reflejado en su calidad de vida así como en el bolsillo para cubrir los elementales satisfactores de bienestar.
Se podrá tener a un gobernante con inusitada popularidad entre las colectividades, aunque si no se retracta en el cumplimiento de lo comprometido de poco o nada servirá cuando hay una evidente permisibilidad cómplice porque quienes le acompañan en la administración pública incumplen con la asignatura encomendada, corrompidos.
Igual se podrá tener los argumentos para asumir el mandato ciudadano; pero si no se tiene el carácter ni la autoridad, abre el camino a la manipulación y a actos de corrupción e impunidad, el sendero ineludible ha sido de un fracaso terminando lastimosamente en el «Mal Humor», consecuencia del repudio social.
Las enconadas luchas entre los frentes coaligados también ahogan en la parálisis el ejercicio de lo que se pretende sea un proyecto de Nación y/o de una Entidad Federativa. Una sistemática oposición repetida indistintamente de quienes ocupan el Poder Ejecutivo, además del Legislativo.
En la autocracia se destruye en vez de construir una hoja de ruta a partir del el «Arte de lo Posible» como se ha denominado a la política, conciliar entre los actores públicos el bien común.
La gran dicotomía de cohabitar con una fauna cogobernante en la que una cúpula tienen voz y voto, y los demás no pasan de ser el pelotón de lacayos creyéndose la elite de una falsa clase política, los mismos rostros y apellidos de siempre aun cambiando de camiseta.
Aunque son escasos quienes logran destacarse con credibilidad, a la voluntad popular no le queda de otra que votar no por el partido político, ni por el personaje, ni por la desgastada retórica de compromisos, sino porque al cabo de todo es lo que ha habido y seguirá habiendo, optando por lo menos malo.
En el entramado de la Calidad de la Democracia» mexicana no hay entre quienes se asumen como un «Sistema de Partidos Políticos» y ciudadanía militante, los liderazgos regidos por una particular ideología que aun contrapuestas busquen el mismo propósito de prosperidad en un país y estados federados.
Desde el Constituyente Legislativo que pretende echar abajo al «Sistema Nacional de Elecciones», ante la resistencia del árbitro de no someterse a una obediencia ciega, deberían ocuparse en orden de prioridad implementar una Reforma Política sustentada en la «Calidad de la Democracia» en los Partidos Políticos, exigidos a comportarse con interés ciudadano, reinsertando de las escuelas de cuadros que forjen políticos profesionales.
Debe elevarse el umbral de votación mínima al 5 por ciento en elecciones constitucionales como premisa que demande a los Partidos ser competitivos y no mediocres; desde sus estatutos, principios de doctrina y programa de gobierno, restringiendo el financiamiento público. Además deben poner en igualdad la participación de candidatos que en realidad emerjan de la sociedad civil.

Bitácora

Los Partidos Políticos vaya que al interior se tienen cariño, al solucionar sus ambiciones no a gritos ni a sombrerazos sino a sillazos hasta correr ríos de sangre, ese ha sido su modelo de democracia, trascendido a lo público.
eduhdez@yahoo.com

Por Eduardo Hernández

    Periodista y Analista Político, graduado por las Universidades Olmeca, Iberoamericana, Complutense de Madrid y Tecnológico de Monterrey, además del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación. 27 años de experiencia profesional en el ejercicio del Periodismo Análisis, Consultoría, y Comunicación Institucional vinculado a los temas electorales, en Tabasco y Ciudad de México. Autor de la columna «Poder Político» que se publica cada semana  en Diario Presente y en Diario de Yucatán. Autor también del libro «Luchas por el Poder en Tabasco: 1825-2012» que documenta 187 años de historia y legislación electoral, editado por la Universidad Olmeca.