CARTA ABIERTA
Desde luego que los opositores están en su derecho de señalar con dureza la gestión del gobernador Merino en todo aquello que no estén de acuerdo, salvo un pequeño gran detalle: que los críticos tengan un respaldo de credibilidad, porque de lo contrario no tendrán eco ante los ciudadanos. Y este parece ser el caso del senador perredista Juan Manuel Fócil.
El legislador ha protagonizado un bochornoso episodio al opinar que el mandatario tabasqueño está “ausente” de su ejercicio de Gobierno. Lo que no esperaba es que el Capitán le respondiera con prontitud y claridad al señalar que “critican quienes no hacen nada y a quienes sólo vemos en las pantallas de televisión o a través de conferencias de prensa”.
Los ciudadanos saben que a Carlos Manuel Merino no le gustan los pleitos y que es amigo de todo mundo, incluyendo a los opositores, pero bien dice un viejo adagio que “el que se lleva, se aguanta”. Y el senador perredista tendrá que aguantar no sólo ese señalamiento del gobernador, sino el recordatorio de su historia de encubrimientos y complicidades durante la administración de su mandatario Arturo Núñez Jiménez.
Como se ha comentado con oportunidad, Fócil ha tomado su cargo para erigirse como una especie de redentor de Tabasco, como el hombre que tiene la solución a todos y cada uno de los problemas de la agenda pública. Como dice Merino, desde la comodidad de una pantalla o en conferencias de prensa, pretende dar lecciones de todo a todos. Y esto lleva a la risa, porque es el menos indicado para pontificar cuando su partido tuvo ya esa ansiada oportunidad de gobernar la entidad por seis largos años. Los ciudadanos le censuran y le recuerdan que jamás levantó la voz para desaprobar la gestión de Arturo Núñez en, al menos, los siguientes aspectos:
- El creciente endeudamiento público que duplicó los pasivos para las siguientes generaciones de tabasqueños, 2) la corrupción imperante en gran parte de los funcionarios del gabinete, 3) la muy sospechosa extinción del Transbús que llevó a la quema inexplicable de decenas de unidades, 4) la manipulación de un sistema de justicia que llevó a la cárcel a personas inocentes, como el exgobernador Andrés Granier y a los protagonistas del documental ‘Duda razonable’, 5) el fraudulento préstamo a los líderes de la Unión Ganadera Regional, 6) la renta, también fraudulenta, de la finca ‘Las Lilias’ a una empresa privada, 7) la compra por sesenta millones de pesos de un helicóptero que nunca apareció, 8) las anomalías en la compra de un dron que jamás se utilizó, 9) los desvíos millonarios en la Secretaría de Desarrollo Económico a cargo de Gustavo Rodríguez Rosario y Wilver Méndez Magaña, 10) el nulo crecimiento económico de la entidad y el creciente desempleo, 11) la crisis generalizada surgida al final del sexenio, 12) los crímenes, aún no resueltos, de periodistas, líderes sindicales y activistas sociales, 13) la reprobación de la cuenta pública del Ejecutivo estatal.
La lista de despropósitos del anterior Gobierno perredista podría seguir y seguir; como también seguirían las veces que Juan Manuel Fócil estuvo “ausente” para hacer las críticas al respecto. Ahí está la hemeroteca como testigo de ello. En vez de protestar ante las fallas de la administración de Arturo Núñez Jiménez, capitalizó su control del partido para ser diputado federal y local… y luego senador. Es decir, felicidad plena para él y su entorno.
Sí, desde luego, que surjan las críticas de la oposición contra el régimen de Merino; para eso es la democracia, la pluralidad y la tolerancia. Pero que no venga gentuza de corta memoria a querer verles la cara de tontos a los tabasqueños. Porque esto sí que calienta.