El Tutupiche

Hace unos días me enteré que falleció un buen amigo: José Manuel Acuña Zurita, mejor conocido como ‘Chepe’, de quien guardo gratos recuerdos de infancia y adolescencia, pues fuimos vecinos durante muchos años, en la calle Pedro C. Colorado de ésta ciudad.

Yo era un niño pero me gustaba ir a ver jugar al equipo de mi calle ‘Dinámic de la Pólvora’, allá por 1970 en un campo llanero que existió en la colonia Las Gaviotas y al que solo podíamos llegar a través de las lanchitas, por el paso del Macuili, hoy casi a punto de la extinción.

Chepe era defensa central en ese equipo juvenil, que no tenía de otra que participar en la categoría libre, en el que además jugaban el hoy diputado federal por Morena, Oscar Cantón Zetina y su hermano Samuel, así como Miguel ‘Musculatura’, Ernesto Lizárraga, Víctor González, Chicho Sarracino, mi hermano Chemica, Julio (hermano de Chepe), Vicente ‘el Viejo’, Beto Salazar y Armando Reyes, entre los que recuerdo; solo había un adulto al que le decían ‘Amarildo’, a quien después encontré en la carrera, Vicente ‘N’, trabaja en una secundaria técnica.

Cada que íbamos parecía que éramos una caravana en plena expedición por el Africa, pues el montazal rumbo a la cancha era alto y en tiempos de lluvia eran grandes lodazales.

Las goleadas del Dinámic sobre el resto de los participantes eran colosales y obviamente resultaron campeones del torneo, y de ahí al primer y auténtico Torneo de los Barrios, el que también ganaron en el estadio Olímpico.

Pero lo que me llamaba la atención de Chepe es que era un excelente deportista, de alto rendimiento, igual que su hermano Julio, pero mucho más técnico; Chepe era capaz de enviar un cabezazo desde el área grande hasta la media cancha; a ambos los conocíamos como Julio ’Toñito’ y Chepe ‘Toñito’, ya que su papá tenía una tienda con ese nombre.

Tenía una jugada increíble, estilo ‘el escorpión’ de René Higuita, pero con una sola pierna; dejaba que el balón ‘lo techara’ y mientras el delantero creía que se iba a enfrentar solo ante el portero, Chepe, con el talón enviaba la pelota, igual, del área grande a la media cancha.

Su gran defecto, repetía mi hermano Sergio, es que era un defensor extremadamente limpio, incapaz de faulear o detener de cualquier otra forma ilícita, a quienes, en muy contadas ocasiones, lo llegaban a rebasar.

También jugó beisbol callejero, él y su hermano Julio tenían un estilo muy peculiar para batear con la mano, la pelota de espuma, y desde la altura del circuito la llegaban hasta Allende y en algunas ocasiones hasta la antigua planta de CFE, hoy convertida en oficinas, una distancia aproximada de 96 metros que nunca nadie jamás igualó; para que los encuentros fueran parejos, Chepe y Julio, obviamente tenían que ser rivales.

Desgraciadamente el medio en el que vivimos, plagado de banditas y celebraciones, nos absorbió hacia otro tipo de deportes: ‘el levantamiento de tarro, cien litros libres de oso negro y lanzamiento de jaibolina’, los que lo llevaron a ser reconocido en otro, sin ser buscabulla: las peleas callejeras, pues tenía una mano muy pesada, que muchas veces de un solo golpe, dejaba tendido a su rivales.

Sin embargo, Chepe brilló en otro deporte: el tenis de mesa, con un estilo de juego sin igual, pues le imponía rapidez y sobre todo, efecto a la pelotita; eran espectaculares los partidos que se aventaba con Armando Reyes en el antiguo Casino de la calle Juárez.

Chepe trabajaba en Finanzas y de ahí se dedicó a su puesto de tacos y tortas de cochinita pibil, de buena calidad, que tuvo hasta sus últimos días en el mercado de Las Gaviotas.

En paz descanse el buen amigo Chepe Acuña, y un fuerte abrazo solidario a sus familiares.