La participación del secretario de Gobernación, Adán Augusto López Hernández, en el proceso de sucesión de su paisano el presidente Andrés Manuel López Obrador, no es un acto marcado por las circunstancias del actual gobierno, sino parte de un proyecto que se remonta un sexenio atrás, y por lo menos se pueden encontrar pistas desde 2018.
Hace cinco años, a sus allegados que aún estaban en el PRI, el hoy encargado de la política interna del país los invitó a sumarse a su causa con el argumento de que el proyecto iba más allá de que el de Macuspana y él despacharan en Palacio Nacional y en la Quinta Grijalva, respectivamente.
Al sol de hoy puede entenderse el optimismo del gobernador con licencia de Tabasco, quien llegó de Villahermosa a la metrópoli en 2021 con la tarea aparente de convertirse en el principal operador político de su paisano y amigo, y hoy se encuentra a 10-15 puntos de las encuestas para convertirse en candidato presidencial de Morena.
Desde el arranque su gestión en Tabasco, en 2019, comenzó a ventilarse el tema de la eventual nominación presidencial de Adán Augusto, si bien se trató de un tema sembrado que fue retomado pero hasta que aterrizó en Bucareli.
Desde 2019, con más destiempo que un plátano madurado industrialmente, desde un programa de noticias de Villahermosa el analista geopolítico Alfredo Jalife Rahme lanzó a las ondas hertizanas la «candidatura» de López Hernández, aunque tal especie no la retomaron columnas políticas locales y nacionales.
La participación a modo de Jalife en ese espacio editorial quedó más que clara cuando se dio de manera oficial, por decirlo de alguna manera, el destape del tabasqueño número dos del gabinete: para el comentarista de termas internacionales, el titular de Gobernación es “el único aspirante” que representa “la consolidación del proyecto” de AMLO (Telereportaje 01/07/22).
Esto quiere decir que Jalife también hace equipo con la corcholata tabasqueña, lo que indicaría que desde antes de ser considerado precandidato Adán Augusto ya estaba inmerso en el muy, pero muy adelantado proceso.
Una señal más en ese sentido lo dio por esas fechas Carlos Manuel Merino Campos, actual gobernador interino y quien ha sido suplente en el Congreso local y en el Senado de Adán Augusto cuando este ha solicitado licencia: yo voy a ser gobernador de Tabasco, les dijo por separado a un par de actores también allegados a Adán.
Para esas fechas nadie, pero nadie, veía a Merino con posibilidades de ser abanderado a la gubernatura en 2024; tampoco se vislumbraba la posibilidad de que López Hernández dejase la Quinta Grijalva para incursionar en política nacional.
Que actores como el propio Adán y su interino desde 2018 hayan tenido información respecto a la posibilidad de que se diera el movimiento transexenal que está haciendo el Presidente, es el mejor indicio que hay todo un proyecto encaminado a sentar al mandatario con licencia de Tabasco en la silla del Águila.
Así, puede entenderse que los tres años que estuvo al frente del gobierno de Tabasco, que para muchos sigue estando bajo su tutela, fueron la plataforma de lanzamiento tras Palacio Nacional y por eso en su manera de ejercer el poder trató de calcar al Presidente, como en sus lances contra la oposición y los periodistas.
Quizá el «más duro” de los dato duros de que hay un acuerdo entre el Presidente y Adán sea que cuando este pidió licencia, aquel no se opuso a que asumiera el cargo Merino Campos, quien ha sido su auxiliar desde que estudiaron juntos.
En agosto de 2021 que llegó a la Secretaría de Gobernación se le vio como el paisano llamado a colaborar con el Presidente en un área sensible; meses después se le empezó a considerar la segunda opción o Plan B…
Pero hoy puede afirmarse sin cenizas de dudas que Adán Augusto ya es precandidato con todas sus letras, que ya no solo es una pieza de recambio en caso de que se caiga la candidatura de Claudia Sheinbaum Pardo, jefa de Gobierno de la Ciudad de México.