CARTA ABIERTA
Resulta inverosímil, por no decir denigrante, que la diputada Katia Ornelas Gil se resista a dejar la presidencia de la Comisión de Fomento y Desarrollo Industrial, Económico, Artesanal, Comercial y Turístico. Y es que, como ya lo declaró la coordinadora de la bancada priista en el Congreso de Tabasco, Maritza Jiménez Pérez, esa posición le corresponde al tricolor.
No, no convence a nadie que doña Katia venga con el cuento de que la quieren remover por las fuertes críticas lanzadas hacia el dirigente Dagoberto Lara, contra el que se supone sigue siendo su partido. Porque hasta ahora no se sabe, bien a bien, si la controvertida legisladora ha renunciado al PRI o si ha sido expulsada.
Lo único certero es que, eso sí, Ornelas le dio una puñalada a Dagoberto Lara, luego de que este fuera su principal impulsor para llegar como plurinominal al Poder Legislativo. Atendiendo el canto de las sirenas desde otros colores, la señora optó por dejar la fracción, defenestrando a un partido que la cobijó en los últimos años y que ahora, en plena crisis, ya no le es útil a sus intereses personales.
Y claro, su pretexto fue el mismo que otros expriistas han esgrimido para seguir gozando de privilegios en otras siglas: la dirigencia no nos escucha, el partido ha perdido su identificación con los ciudadanos, en el tricolor manda un solo grupo, no aceptan nuestras críticas, no nos incluyen, bla, bla, bla.
En el entendido de que Ornelas no quiere seguir en el PRI, porque lo ve como un barco a la deriva y porque no está dispuesta a la dar la dura lucha requerida en este escenario, resulta inaceptable su negativa a dejar una comisión que de acuerdo a la Ley Orgánica del Congreso le toca al tricolor.
Ahora le toca al presidente de la Junta de Coordinación Política, Jaime Lastra Bastar, hacer valer el reglamento interno y asignar ese sitio a la diputada Soraya Pérez Munguía, que es la propuesta de la coordinadora de la bancada tricolor, Maritza Jiménez.
Es lo correcto dentro del marco de la ley, tal como ocurrió con el panista Santiago Creel, cuando el 1 de septiembre de 2022, en el comienzo de un nuevo periodo ordinario de sesiones, tomó el cargo de presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados en San Lázaro. Esto, pesar de que el ala dura de Morena se negaba a ceder el puesto ocupado hasta ese momento por Sergio Gutiérrez Luna.
Mientras por una parte Jaime Lastra tiene la obligación de hacer valer la legalidad interna, por otro lado, queda expuesta una diputada que ni se va ni se queda en la fracción priista; ni se va ni se queda en el PRI. Mostrar un poco de dignidad no le haría mal a quien fuera una de las consentidas del tricolor en los últimos siete años.
: LA RÚBRICA
Ahora resulta que Javier May es un ángel caído del cielo. A pesar de la evidencia de los hechos, niega lo innegable. Dice no liderar el ‘Grupo May’, no estar de acuerdo con los ataques de ‘Pepín’ López Obrador contra el gobernador Merino y Adán Augusto. Jura no querer renunciar a su responsabilidad en el Tren Maya para venirse a pelear la gubernatura; perjura no dictar líneas a los detractores de la 4T en Tabasco, y junta las manos en señal de oración para rechazar que esté abonando a la división del partido en el Edén. Desmiente que los Siervos de la Nación en Tabasco estén promocionando su aspiración. Para rematar, promete que el Tren Maya estará operando en diciembre de este año y desmiente, sí, otra vez, que su antecesor Rogelio Jiménez Pons haya sido cesado por incurrir en anomalías financieras. Si a todas estas negativas se les pone un sí, podrá verse al verdadero director de Fonatur. En realidad, May ha tirado la piedra y ahora esconde la mano, esperando que los tontos de la 4T le crean. El señor May ha optado por rezar un rosario de negaciones que sólo él se las cree. Lo cierto es que, en aras de la honestidad política, debió aceptar su responsabilidad en la mayoría de esos episodios que lo han distanciado del presidente López Obrador. Si ahora mismo le pusieran un detector de mentiras en Morena, con seguridad no pasaría la prueba.