LA POSTA
Aquellos padres-abuelos que aún recuerdan las notas de sociales del Tabasco de los 60-70s, les ha de sonar familiar la nota: “Ayer vieron a Pituca Solferina, exquisita damita de nuestra sociedad, en exclusivo restaurante de Villahermosa, muy acaramelada con su adorado tormento (novio), el joven profesionista Capuleto Hormiguera. ¿Boda en puerta?”. Mis hermanas, sobre todo las seis más jóvenes, no se perdían las crónicas de sociales en radio o prensa de Deyanira Malpica de Villegas (Policromía Social), Hilda de Rosario de Gómez (Fricasé), Mimí Castro de López o María Antonieta Colorado de Lastra (Sociedad tabasqueña). Nótese que todas ellas, periodistas de sociales, llevaban el apellido de su esposo. Eran otros tiempos, diría don Simón. Pordiositosanto.
ALGO PARA EL CALOR. Hoy, las notas de sociales en las redes le sirven a este columnista del misterio para atestiguar cómo los políticos que militan en partidos distintos y se dicen enemigos, en realidad forman una cofradía del hueso perpetuo que se aman y se juntan para comer y divertirse mientras sus simpatizantes y adoradores se pelean en serio. Hablando de los padres que vivieron esa época de las crónicas de sociales donde en calidad de novios eran citados por las cronistas como el eufemístico desdén de “adorados tormentos”, reconozco que ese calificativo puede aplicarse perfectamente a muchos políticos adorados por atormentados fanáticos masoquistas. Lo de acaramelados, empalagó y pasó a la historia, ahora sin parábolas ni eufemismos, se dice que los vieron juntos y son pareja.
SANTO TOMÁS CON HIELO. A propósito de las crónicas de sociales que vivieron los que hoy son padres y abuelos, debo decir que cuando la edad pesa y eres tiendero, hay que tener cuidado con el avance de la ceguera y la sordera. Cuando te dedicas a la política, también. Con motivo de una boda de altos vuelos que fue anunciada con bombo y platillos en la radio y la prensa de Villahermosa, llegaron a Macuspana chapeados visitantes chilangos hablando “físico” y antes de acudir a la misa nupcial, ya vestidos en finos trajes High Life de tres piezas, aguantando el perrísimo calor, dos de ellos pasaron a la tienda de mi padre a comprar cigarros. Pidieron “unos Raleigh” y mi padre entendió “morrales” y bajó unos de yute que los extendió sobre el mostrador para que el cliente escogiera.
FRIO, FRÍO, FRÍO. Los chavos extrañados se miraron uno al otro y repitieron su pedido: “unos Raleigh”. Mi padre se dio cuenta del error, volvió a colgar los morrales y estiró la mano para coger los cigarros que los había acomodado junto a las barras de jabón Don Máximo que eran del mismo color beige que los Raleigh y nuevamente se confundió. Los chavos distraídos por que los estaban apurando desde el coche en marcha, tomaron el jabón y enseguida que se dieron cuenta del error estallaron en carcajadas que fueron seguidas por mi padre. Todos tomaron a broma las equivocaciones y hubo disculpas mutuas. Eran otros tiempos, tiempos de tolerancia y de respeto, a la vez de confusión. Gajes del oficio de tiendero.
LA CAMINERA BIEN FRÍA. El domingo se celebra el Día del Padre. Reconozco que hablo poco de mi padre, Felipe, y mucho de mi madre, Hermila. Los de mi generación crecimos con la madre en casa y el padre en sus negocios, en la oficina, en el rancho o en la tienda, como es mi caso. Reconozco que nunca podré superar el legado de mi padre, el levantar una familia numerosa y colocarla en el camino de la superación. No me queda más que honrar su memoria, recordarlo con cariño y con respeto. Sea por Dios.