Tiempo de Política
A través de los años los partidos hegemónicos acumulan una larga lista de vicios de poder. Morena sorprende que ya tenga carta de naturalización de numerosos cuestionamientos y malas prácticas partidistas, que no corresponden a su temprana edad de formación, aún sin consolidarse.
Sus opositores y no pocas voces internas critican la soberbia exhibida por gobernantes emanados de sus filas y por sus dirigentes al interior de ese partido en el ejercicio, uso y abuso de los principios básicos que le dieron su razón de ser como una opción diferente a la «derecha» panista, al «corrupto» PRI y al «vendido» PRD, que los agrupó oficialmente desde aquel Pacto por México, firmado en el castillo de Chapultepec en diciembre del 2012, para darle gobernabilidad comprada al régimen de Enrique Peña.
De acuerdo con el diccionario “La palabra soberbia proviene del latín superbĭa y es un sentimiento de valoración de uno mismo por encima de los demás, sobrevaloración del yo respecto de otros, es un sentimiento de superioridad que lleva a presumir de las cualidades o de las ideas propias y menospreciar las ajenas”.
La soberbia individual no pasa de ser una vulgar vanidad, pero si se trata de la vida pública, pues es un asunto que impacta en toda una nación, cuando se practica desde el más alto nivel.
Con la soberbia propia, el presidente Andrés Manuel López Obrador, dicen sus detractores de oficio partidista y beneficio mediático, ejerce el poder dictatorialmente sin escuchar a alguien.
En esta estricta versión los opositores y quienes perdieron privilegios económicos y políticos, pretenden ingenuamente que AMLO se comporte contrario a la esencia misma del poder: se ejerce, no se comparte, para cumplir compromisos de campaña. Recordémosles aquella soberbia frase de Carlos Salinas para referirse a los opositores perredistas: “Ni los veo ni los escucho”.
La soberbia prestada corresponde a la mayoría de gobernantes morenistas de los tres niveles, que bajo la popularidad lopezobradorista ganaron las elecciones, sobre todo la del 2018 y sobrevivieron ya con pérdidas en el 2021, con la duda de qué ocurrirá este 2024 para los candidatos que por sí mismos no son garantía de convocatoria electoral.
Los descalabros en los comicios intermedios fueron muy dolorosos: la pérdida de la mayoría calificada en la Cámara de Diputados, que impidió lograr las reformas constitucionales electoral, judicial y en el sistema eléctrico.
Un segundo descalabro para Morena, para su jefa de Gobierno y hoy su candidata presidencial; también para las dirigencias nacional y local morenitas, fue la pérdida de nueve de las 16 alcaldías de la CDMX, con el respectivo número de diputados federales.
En esa doble debacle que cada quien asuma su responsabilidad: la complacencia y omisión del morenista número uno del país; la falta de profesionalismo y prepotente soberbia de las dos dirigencias; la falta de conexión de la autoridad local con los habitantes de la capital, otrora gran bastión de la izquierda mexicana.
La soberbia plagiada tiene una doble complicidad: del arribista neo morenita de última generación, sin trabajo político, y del que se la concede desplazando a los militantes históricos, fundadores y quienes construyeron a Morena con respeto a sus principios.
Si en el actual y controvertido proceso en Tabasco, Morena cubre candidaturas para alcaldías, diputaciones locales y federales, con impresentables (por historial, no por origen) ex priistas, ex perredistas, el estado natal del presidente corre riesgo de sufrir dolorosas derrotas como en la CDMX en el 2021, incluida la alcaldía Cuauhtémoc, sede de Palacio Nacional y de la Jefatura de Gobierno donde despacho Claudia Sheinbaum.
TIEMPO FUERA.- ¿Con qué tipo de soberbia se elegirán en Morena las candidaturas pendientes y con cuál soberbia encarará las elecciones el próximo 2 de junio?