Sin la obcecación de generar una cacería de brujas para inventar responsables de esta nueva inundación en Tabasco, como es el caso de Manuel Bartlett (que no se manda solo), es imposible olvidar el compromiso incumplido de los pasados gobiernos federales para dragar los ríos y eliminar así los tapones que impiden el desalojo hacia el mar de esos grandes caudales.
Desde la Gran Inundación de 2007, el presidente Felipe Calderón hizo esta promesa luego de encontrarse con que los ríos de Tabasco habían perdido buena parte de su cauce y profundidad. El gobernador de entonces, Andrés Granier, logró que el panista ordenara el dragado de los ríos Grijalva y Usumacinta pero el trabajo no se concluyó por completo debido a la terminación del mandato de ambos, en 2012.
De 2012 a 2018 fueron seis largos años perdidos en las respectivas gestiones de Enrique Peña Nieto y Arturo Núñez Jiménez. Con la idea de que una catástrofe similar a la de 2007 no se repetiría en suelo tabasqueño, poco o nada se hizo en la construcción de infraestructura contra inundaciones, incluyendo, por supuesto, el dragado de los ríos. Ahora, ante esta nueva contingencia, nos encontramos de nuevo con la misma piedra; es decir, con la noticia de que los afluentes del Grijalva y Usumacinta, entre otros, no tienen la suficiente profundidad y capacidad de desfogue hacia el mar.
Por eso es que López Obrador tendrá este martes una reunión en Palacio Nacional para dar una solución de fondo a las inundaciones en Tabasco. En ella se ordenará la compra de dragas para desazolvar los ríos y ampliar sus cauces.
El problema es que hay tapones que impiden que salga el agua y la desembocadura del Usumacinta es el principal de ellos. Para acabarla de amolar, la tormenta «Eta» agarró al Gobierno federal con el plan contra inundaciones que se había iniciado, según sus propias palabras.
Obrador busca una solución de fondo porque ya van muchos años sin programas de desazolve. Por eso los ríos no tienen cauce suficiente. El presidente piensa comprar dragas para ampliar los cauces y eliminar los tapones que impiden que el agua salga. El principal tapón o azolve es la desembocadura del Usumacinta.
Y sí, desde hace al menos ocho años no ha habido un programa de desazolve, a pesar de que siempre se había solicitado a las anteriores administraciones federales. Los gobiernos estatales siempre habían solicitado un trabajo así como en el caso de la desembocadura de Frontera. Un plan así viene desde las épocas de los presidentes Madero, pasando por Obregón y López Mateos.
Es verdad que se trabajó en desazolvar la barra de Frontera pero desde entonces no ha habido otro programa parecido y ampliado. Ahora la Secretaría de Marina se hará cargo de la operación de esas dragas para estar desazolvando y haciendo bordos de protección.
No es todo, desde luego. Esto irá acompañado de un control de las presas para garantizar la protección de los tabasqueños. Se pondrá un control sobre las cuatro presas porque las hidroeléctricas, en vez de turbinar permanentemente sólo lo hacen en tiempos de mayor demanda de energía, que es cuando el Sistema Nacional de Energía les ordena que turbinen.
Hay, pues, un plan integral que deberá ponerse en marcha lo más pronto posible. Porque esos años de Enrique Peña y Arturo Núñez fueron un tiempo desperdiciado en los que nada o muy poco se avanzó al respecto.