DE PRIMERA MANO

Desde hace días noticieros estelares de televisoras nacionales presentan en sus entradas la nota de las grandes filas que hacen en Tabasco afectados por las lluvias que acuden a cobrar el apoyo gubernamental para limpieza de casa y compra de enseres domésticos.

Esa información sirve de marco para que la conversación pública en la entidad continúe centrada en los efectos que dejarán las concentraciones multitudinarias. La crítica es unánime y de condena a las autoridades.

Nadie ha reparado, sin embargo, que se trata de la única vía para poner a salvo la gobernabilidad: esas 200 mil familias afectadas tienen capacidad de sobra para poner de cabeza al estado.

No comenzar a pagar de inmediato –tan solo posponer la entrega del recurso para el año próximo– provocaría protestas de más calado.

Ya se vio en la primera inundación –la de octubre­– que grupos reducidos provocaron anarquía al cerrar carreteras para exigir los 10 mil pesos entregados como apoyo.

La segunda anegación del mes pasado fue mayor que la primera y, por consiguiente, aumentó el número de afectados, por lo cual podrían escalar las protestas.

Guardadas las proporciones, en 2006 que Andrés Manuel López Obrador decidió bloquear el zócalo de la Ciudad de México, fue para desactivar la rabia social por el presunto fraude que se le achacaba al PAN.

Es posible que si esos ejércitos de la izquierda no sacaban el odio en la protesta en el corazón político del país, las endebles estructuras del viejo régimen hubieran colapsado y el precio para México habría sido alto, colosal.

Aquí la consideración es que con la entrega de apoyos a cielo abierto se dispara la posibilidad de incrementar los contagios de COVID-19.

Esto es, el riesgo de que aumenten los enfermos de coronavirus es real.

Pero con una parte de esas 200 mil familias en las calles no solo se trastocaría la política interna, sino que también la pandemia escalaría a proporciones mayúsculas.

Si se analiza con rigor, de alguna manera hay más control sanitario en las colas de damnificados que ante un virtual cierre de la capital por protestas en reclamo de la plata.

Es posible que no haya manera de medir si habrá más contagios en las filas que en las manifestaciones fuera de control, pero definitivamente que haber empezado a tiempo con los desembolsos enfrió el resentimiento social acumulado por la narrativa de que el mal manejo de las presas de los altos de Chiapas causó las anegaciones del fin de año.

PARA SU INFORMACIÓN…

EVARISTO HERNÁNDEZ CRUZ puede presumir que es el único alcalde tabasqueño al que le ha tocado lidiar con las dos peores inundaciones de los últimos 100 años en Tabasco: la de 2007 y 2020. Esta última agravada por la crisis sanitaria por el COVID-19 y el drástico recorte al presupuesto federal para los municipios. En su segundo informe de labores, el edil capitalino aceptó que le han llovido críticas por los socavones provocados por las precipitaciones, y dijo que se requiere drenaje pluvial, obra en la que los gobiernos estatal y de la república ya tienen planeado inyectar recursos.

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Por Rodulfo Reyes

Rodulfo Reyes Aguilar ha sido corresponsal en Tabasco de los diarios El Financiero, La Crónica de Hoy y El Heraldo de México, también ha publicado reportajes en El Universal y Excélsior, además de las revistas Impacto y Ámbar, así como en el semanario Punto. Ha sido director local del diario regional Por Esto! Actualmente publica una columna en el diario El Heraldo de Tabasco y es corresponsal de Notimex, la agencia de noticias del Estado mexicano.