FRANJA SUR
Al concluir ayer el mandato de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos, termina en ese país la era de la división, el encono y el nuevo gobierno tendrá que sentar las bases para enterrar el fanatismo y el racismo.
Horas antes de la investidura de Joe Biden como el 46 presidente en la historia de estados Unidos, Donald Trump, dejó el miércoles la Casa Blanca y viajó hacia su nueva residencia en Florida, sin asistir a la ceremonia en el capitolio.
Biden, de 78 años, hizo el juramento al cargo ante el presidente de la Corte Suprema, John Roberts, en una ceremonia en la que el gobierno saliente fue representando por el vicepresidente Mike Pence, ante la ausencia de Trump en la ceremonia.
De este modo, el país de las barras y las estrellas comenzó este miércoles a despertar de una pesadilla de cuatro años en la que Estados Unidos fue escenario de los constantes enfrentamientos de un presidente que se peleaba hasta con los molinos de vientos.
Seguramente la comunidad mundial debe estar celebrando hoy el advenimiento, de nuevo, del ejercicio de la política en la Casa Blanca, convertida por Donald Trump en la residencia donde se gestaba el odio, el encono y el revanchismo.
La era Trump quedó marcada por el irrespeto al adversario, las constantes descalificaciones a la prensa, el desprecio al prójimo y la supremacía del hombre blanco, así las permanentes amenazas a otros países, entre ellos a México.
A las autoridades de nuestro país las obligó a ponerle una vigilancia de 27 mil miembros de la Guardia Nacional en las fronteras para evitar el flujo de migrantes a Estados Unidos, so pena de recibir un castigo con los aranceles en caso de no hacerlo.
Hasta los últimos días de su mandato presumió en forma arrogante que México había pagado el muro, tal y como lo advirtió en su campaña política.
Un tema que quedó para el record Guinness, del entonces presidente del país más poderoso del mundo, es el que Donald Trump haya alegado que la oposición le hizo “fraude en las elecciones”, una queja que nunca pudo probar.
Al menos en México, los fraudes electorales corren a manos de los gobiernos contra los opositores, pues controlan el dinero público y las distintas dependencias del aparato gubernamental. Pero Trump, decía que la oposición le hizo fraude. Increíble.
Pero “a cada santo le llega su capillita”, y hoy comienzan a escurrir hacia el fango de la historia negra del vecino país, las nefastas acciones del hacedor del imperio del odio y de las divisiones.
Por eso, Biden, en su discurso de toma de posesión, prometió restaurar la unidad, tanto dentro de su país, como en el exterior, pues aseguró que rehabilitará las alianzas de Estados Unidos con otros países.
Y nos quedamos con esta frase del nuevo presidente de Estados Unidos: “Gobernaré para todos, lucharé por los que votaron por mí y por los que no lo hicieron”.
Agregó que los que no votaron por él “tienen derecho a estar en desacuerdo”, pero les pidió darle una oportunidad para demostrar que trabajará por todos.
El discurso, pues, de un estadista de verdad, que llega al gobierno de Estados Unidos con la madurez de los años y su larga trayectoria de incursionar en la vida política. Ojalá y cumpla, por el bien de su pueblo y de la humanidad.
Ahí se las dejo.