Señalábamos que los coletazos de la Pandemia del Covid 19 tocarían en sus entrañas a los sistemas de vida vigentes, como expresión primera de su embate sobre la humanidad. Por razones de análisis requerimos centrarnos en la revisión de los tres pilares fundamentales que consideramos podrían sostener una nueva manera de gestionar la existencia en el planeta Tierra, respetando el hábitat de todos los seres vivos, mediante la construcción de un Sistema General que asuma tales compromisos, a través de una auténtica sustentabilidad y sostenibilidad.
Los tres pilares propuestos estructurarían el Sistema General (SG) -respondiendo a la idiosincracia de cada pueblo o comunidad- constituyéndose por: un subsistema educativo que forme integralmente para una vida sostenible, que partiendo de lo local planee y actúe planetariamente; un subsistema económico y social cuyas normas de actuación permitan gobernar obedeciendo a los designios de la población organizada y consciente y, un subsistema de relaciones internacionales que se soporte en aquellos acuerdos que llevaron a crear organismos multilaterales con todos los países existentes, globales o regionales, cuyos compromisos plantean perspectivas de atención a las afectaciones al hábitat y a la construcción de formas de vida que desechen las confrontaciones entre naciones y dentro de ellas, rigiéndose por normas de libertad, soberanía, respeto a las determinaciones de los pueblos y solución pacífica de las controversias.
Por razones de espacio veremos cada uno de los subsistemas, en principio. El primero señalado -todos son igual de importantes- es el educativo, al que la pandemia trae dislocado y obligará a trabajos muy acentuados, si queremos ponerlo en sintonía con el tipo de vida que podemos construir, aprovechando las condicionantes vistas y por apreciarse en el inmediato futuro.
Este tema es el que rige la conformación de los Sistemas de vida. Su visión y misión permean todas las etapas de la existencia del ser humano sobre el Planeta. Mucho se caminó en este terreno, desde que la humanidad se conformó en tribus, comunidades, pueblos y naciones. En cada caso lo sustantivo de las conformaciones educativas tocaban la definición de nación -cuando esta se convino- considerando los intereses específicos para sostenerse como conglomerado.
A partir de entonces, la sociedad planetaria experimenta innovaciones provenientes de la ciencia y la tecnología de punta, que llevan a cambios en la economía, política y sistemas de vida. Tales cambios, crecientes a un ritmo incontrolable, requieren atención especial para lograr una educación de excelencia, que responda a las necesidades reales de pueblos y comunidades, estructuras básicas de la sociedad de cualquer nación, que requieren una formación para la vida sustentada en los valores ancestrales que les aglutinaron e impulsaron a integrarse y formar naciones.
En cada momento histórico existieron seres humanos que visualizaron a la educación como la puerta a la solución de muchos males que acongojan a la sociedad, Sobresalen –por genio, persistencia y resultados– quienes aportan conocimiento, producto de profunda observación de la realidad y con tal investigación, influencian en alto grado las formas de la educación, trascendiendo hasta el presente en las tesis fundamentales y la didáctica.
Así ocurre en claustros de la Edad Media –que no reseñaremos– pero sobre todo, desde los albores del Renacimiento Euroasiático (S. xvi y xvii), con Juan Amos Comenio –escuela paidocéntrica– y posteriormente (S. xviii y xix) con el suizo J. Heinrich Pestalozzi -madre trascendente en formación del niño-. En el mismo tiempo histórico, el filósofo y pedagogo alemán Johann F. Herbart define como fin supremo de la educación, alcanzar moralidad y virtud.
Dicha coyuntura trota por encima de reductos oscurantistas y se zambulle en pueblos y ciudades –en medio de guerras y desconcierto–. Kant y Rousseau dan bases a la pedagogía. De sus porfías surge la comprensión de la ciencia como base de la educación, en relación con la moral y la naturaleza. La educación transita con John Dewey –la escolaridad es un método para la transmisión de la cultura– en especial con María Montessori, durante la 2ª Gran Conflagración Mundial, del 2º tercio del S. xx, enfrentando al fascismo. Su método otorga libertad al educando, acotado por límites que respetan su capacidad de aprender, anticipándose a métodos actuales de enseñanza-aprendizaje.
Lazos de unión entre S. xix y xx: el francés C. Freinet –la imprenta en la escuela y la cooperativa– y Paulo Freire, brasileño del siglo xx –pedagogía de la esperanza–, todo proceso educativo debe partir de la realidad que rodea a cada individuo.
El Constructivismo puede entenderse como aglutinador de la historia de la educación universal y procesador de tesis y propuestas didácticas, construidas bajo principios e investigaciones de otras ciencias (Biología, Psicología,Neuroeducación, Neurosicología, Sociología, Antropología, Filosofía, Historia y Medicina). En esta corriente confluyen varios criterios. Los más significativos son aportados por: Jean Piaget, con su enfoque psicogenético; la orientación Sociocultural de Vygotsky con su zona de desarrollo próximo; el Cognitivo de Ausubel con sus aprendizajes significativos y aportaciones de Humberto Maturana desde Chile, en la comprensión de lo humano, desde su dinámica biológica. Ver: Víctor Manuel Barceló Rodriguez. “El trípode de la Educación” Serie Educare. El Colegio de Puebla, 2013. isbn: 978-607-7676-33-1 www.colpue.edu.mx
Acerca del constructivismo -señalo en mi libro- Mario Carretero sostiene que “el individuo no es producto exclusivo del ambiente ni simple resultado de sus vocaciones internas”.
Es hazaña propia, día con día acondicionada. Es resultado de la interacción entre los dos factores mencionados. Según la visión constructivista, el conocimiento no es copia de la realidad, es construcción del ser humano que se realiza –ya lo manifestamos- todos los días, dependiendo de la presentación inicial que exponemos de nueva información y de la actividad externa, interna o ambas, que desarrollemos al respecto.
Los mentores o profesores van construyendo bases y consolidando metodologías, para que la interacción padres, docentes, educandos, lleven al proceso de la educación para la vida, a través de modelos escolarizados, que integren en la tarea a la sociedad. La escuela es más que el centro de reunión para la actividad educativa. Docente, maestro o guía, junto a padres de familia o tutores, realizan la mágica y hermosa función de formar niños, adolescentes y jóvenes, capacitándoles para enfrentar las viscicitudes de su presente e ir construyendo su futuro con éxito. Ver: https://www.exe.org.mx/
Para ello es necesario vincular a la escuela con el entorno en que se encuentra inscrita. Darle a cada centro escolar las herramientas para ir más allá de sus muros, atrayendo a sus recintos a familias enteras, autoridades vecinales, pequeñas y medianas empresas que den servicios o funcionen en la localidad, a fin de crear comunidades amigables, que se manejen con valores, los difundan y defiendan de acechanzas que la sociedad actual multiplica.
De ese modo, la educación adquiere niveles superiores, será factor líder para avanzar rumbo a modelos alternativos de desarrollo sustentable, que recuperen la capacidad de acción de las mayorías poseedoras de la fuerza de trabajo, la misma que da sentido a pueblos y naciones, en su marcha al bien vivir, a la felicidad, meta de todo sistema que se crea la humanidad, sin soslayar sino integrando por pleno derecho a las minorías, fundamentalmente a los pueblos originarios, herederos de extraordinarias culturas que continúan asombrando por los avances logrados -rotos por la invasión-conquista de imperios que se repartieron los territorios del Planeta con quienes les habitaban, en calidad de semi-esclavos-.
Fortalece esta búsqueda de acciones saber que para fines del 2020 la pobreza se cebará en la infancia, pudiendo agravarse un 22% en la Región. De allí la urgencia de un subsistema educativo -parte vital de un nuevo contrato social- con un nivel de inversión hacia las infancias y adolescencias que, a través de las escuelas como centros regionales, dé nueva estructura al tratamiento de la niñez y la juventud viviendo en pobreza.
Ver: https://www.france24.com/es/20200528-aumento-pobreza-ni%C3%B1os-covid19-latinoam%C3%A9rica
Un manejo en este camino requerirá que las escuelas de la comunidad brinden cursos para padres y tutores, que, sin afectar su autonomía en el trasiego de sus valores y costumbres, les den el bagaje para entender la ruta de formación de sus niños y adolescentes para una vida de convivencia y bienestar comunitario. Para ello, el estado tendrá que dedicar los recursos de toda índole, necesarios para hacer atractivo a las familias, educarse en este terreno de la convivencia y apuntalar desde el hogar -por más humilde que sea- una senda educativa solidaria e integral, como lo señalamos.
Pero como la educación se realiza por un Trípode, el tercer pilar es el eje conductor del subsistema: el docente, maestro, guía, profe o como se le denomine en cada pais o región de Latinoamérica y el Caribe. Su formación es de la mayor relevancia. Las escuelas normales siempre son faros de luz para el avance social, pero escasamente cuentan con los recursos pedagógicos, tecnológicos y económicos para tomar en sus manos el cambio del subsistema educativo.
Esta será la gran aventura debida a la fortaleza de los gobiernos, que tendrán que consensar con las poblaciones cómo, porqué y para qué, realizar los cambios que logren una conjunción de maestros, padres o tutores y alumnos, decidida y actuante en el aprovechamiento de la apertura que la pandemia, aún vigente, nos deja como legado y lleva a cambios de profundidad, en que los valores esenciales marquen la ruta sostenida a un bienestar o bien vivir de todos los pobladores.