Franja Sur

Recién nombrado Adán Augusto, hoy gobernador con licencia, por el presidente en su nuevo encargo, el periodista Leo Zuckermann escribió en su columna “Juegos de poder” que publica en el diario Excélsior, lo siguiente:

“El nuevo secretario de Gobernación es un enigma para la política nacional. Nadie lo conoce. Es un cuadro local de Tabasco, amigo del Presidente. Estos días he leído dos versiones sobre Adán Augusto López Hernández. Una lo pinta como buen negociador. Otra como un autoritario que legisló para concentrar el poder en el Ejecutivo de su estado. Cuando hay dos versiones tan diferentes se comprueba el desconocimiento del personaje”.

Y agrega el columnista: “Pero el Presidente tenía otras opciones, como el subsecretario Alejandro Encinas, quien tiene buena reputación política, sabe negociar, pero también meter la pata dura cuando se necesita. Alternativas no le faltaban al Presidente para Gobernación. Se decantó por su paisano, quien nunca ha tenido un puesto en el Ejecutivo federal. López Hernández estará obligado a aprender, muy rápido, que no es lo mismo la política tabasqueña que la nacional. Suerte en esa faena”. (Hasta aquí, parte del comentario de Zuckermann).

En efecto, como la mayoría de los gobernadores, son políticos muy conocidos en sus entidades, pero sus trayectorias no pintan en el ámbito de la prensa nacional.

Hoy, los medios de todo el país tendrá tiempo de sobra para conocer a fondo al político choco, de quien por cierto, los tabasqueños les podrían adelantar: Nada que presumir.

Sus cargos públicos los ha obtenido debido a esa su inagotable sumisión, que raya en la ignominia, hacia López Obrador, pero quizá para no incomodarlo o para quedar bien con el poderoso secretario, sus aduladores le llaman: lealtad.

La verdad, la verdad, Adán Augusto ha hecho su carrera política a billetazos, y eso lo sabe todo el mundo en Tabasco. Fue uno de los personajes adinerados que financió permanentemente parte de todas las campañas del hoy presidente. Ahora está disfrutando lo invertido.

Su forma de ser puede resumirse con estas palabras: Humilde ante el presidente López Obrador, y ofensivo, soberbio, represor y hasta vengativo con sus enemigos.

Baste saber como le fue a su ex amigo Juan José Martínez Pérez, quien junto con Gerardo Gaudiano, eran de su grupo político, pero tuvieron diferencias con don Adán y hoy Martínez Pérez se encuentra preso en Tabasco.

El 3 de julio de 2020, ya en el gobierno de Adán, elementos de la Fiscalía General del estado (FGE) aprehendieron al ex director del Instituto Tecnológico Superior de Comalcalco, Juan José Martínez por presuntos delitos de operaciones con recursos de procedencia ilícita y lavado de dinero, así como de atribuciones y facultades en agravio de esa institución y del gobierno de Tabasco.

Por supuesto, el gobernador con licencia no es una perita en dulce, se puede afirmar que es un “mátalas callando”, con su aspecto bonachón, tierno y dulce con sus amigos, pero implacable con sus adversarios y, con la prensa crítica.

Se le recordará en la historia de Tabasco como el Ejecutivo que impulsó reformas retrogradas como la llamada “ley garrote”, para reprimir a opositores al gobierno, lo mismo la “ley compadre” para entregarle la obra pública a sus allegados, como a su compadre el empresario Manuel Santandreu, que tiene en sus manos la mayoría de las obras en esta entidad, y la antidemocrática “ley dedazo” para que los alcaldes y, no la población, nombren a los delegados municipales.

Esa, en pocas palabras, es su carta de presentación, como político al estilo de la peor época de Díaz Ordaz. Si algo hay que destacar del hoy secretario de Gobernación, es su inquebrantable voluntad para comer sapos y culebras, como se dice en el argot político.

Así, en cuanto a su infinita sumisión hacía López Obrador, la más degradante, de pena ajena, se observó en un mitin en la Plaza de Armas de Villahermosa.

Todo Tabasco recuerda aquella imagen, cuando López Obrador, apoyando la campaña de Octavio Romero Oropeza para la alcaldía de Centro (Villahermosa), que perdió el hoy director de Pemex ante el entonces perredista Gerardo Gaudiano, hoy diputado federal de Movimiento Ciudadano.

López Obrador lanzaba ese día su perorata desde el templete que se colocó en esa plaza, frente al palacio de gobierno, lo acompañaban, claro, el candidato a munícipe, lo mismo dirigentes de Morena e invitados, y entre ellos Adán Augusto, que estaba adelante, hacia una esquina del escenario, pero cerca del orador.

En su incendiario discurso, López Obrador señaló que había salido “puque” (podrido) el gobernador, en referencia a Arturo Núñez, pero igual arremetió contra la entonces candidata a la alcaldía por el partido Verde, que no era ni más ni menos que Rosalinda López Hernández, hermana de don Adán, que dejó las filas del PRD para irse a competir con el sello del partido supuestamente ecologista.

López Obrador bañó de epítetos infamantes a Rosalinda López, hoy funcionaria en la Secretaría de Hacienda. Las cámaras de televisión enfocaron entonces a don Adán, que al escuchar como injuriaban a su familiar, con los brazos atrás, las manos tomadas debajo de sus espaldas, poco a poco fue retrocediendo, hasta escabullirse entre el resto de sus compañeros, apenado por lo que decía su líder político.

Lo que acaba usted de leer, y que en Tabasco es vox populi, es uno de los grandes sacrificios realizados por el gobernador con licencia para estar hoy en la Secretaría de Gobernación y con posibilidades de figurar en la carrera presidencial.

La verdad, la verdad, no ha sido fácil llegar a donde está, eso hay que reconocerlo, se debe tener las sangre, el temple, el pundonor, la valentía para mantener durante muchos años una intacta sumisión, en los limites de la humillación.

Porque otra vez fue cuando López Obrador de un manotazo, esto es, desde una declaración a la prensa que hizo en Palenque, le quitó en 2015 la candidatura a la alcaldía de Centro a don Adán, quien había ganado la encuesta interna, pues el dedo elector decidió colocar a su amigo Octavio Romero. Pero los amigos de don Adán a esto le llaman lealtad.

Y bien. Con todo el poder que hoy ostenta López Obrador, a sus amigos los puede instalar en el cenit de la política nacional. Pero ya saben la tarea: No hay que contradecirlo, obediencia a ciegas, aguantar desplantes autoritarios, en fin, hay que tragar sapos y culebras.

Ahí se las dejo.

Por René Alberto López

39 años de trayectoria en el periodismo, ejercicio que inició en su natal Cárdenas en 1981. Ha publicado en diversos medios de Tabasco, Campeche y Chiapas. Dos premios estatales de Periodismo en Campeche, y en Tabasco recibió el reconocimiento "De Periodista a periodista". Corresponsal del diario nacional La Jornada y de la agencia internacional France Press (AFP).