LA POSTA
UNO. Los autores del Manifiesto del Partido Comunista, Karl Marx y Friedrich Engels, fueron empresarios. Así lo describe Dalia Ventura de BBC News Mundo: “Un empresario industrial amante del champán que disfrutaba de la cacería de zorros, un crítico literario y un distinguido caballero victoriano… no suena como una descripción del típico defensor de la revolución proletaria o del coautor del Manifiesto Comunista. Sin embargo, Friedrich Engels era todas esas cosas y más. Aunque se mantuvo deliberadamente a la sombra de su compañero de armas, Karl Marx, sin él, uno de los pensadores más influyentes de nuestra época y la inspiración de movimientos socialistas y comunistas en todo el mundo podría haber sido poco más que un oscuro intelectual alemán.” (…) “A su muerte, hace 125 años, las hijas de Marx heredaron su para entonces considerable fortuna, pues entre el sinnúmero de conocimientos que este ícono de la izquierda había adquirido en sus casi 75 años de vida estaba la habilidad de invertir astutamente en el mercado bursátil.” Pordiositosanto.
DOS. Al recrudecer la crisis de la industria textil mexicana en los años 70s, uno de los empresarios más reconocidos en este ramo, don José Iza, cerró su fábrica de telas y ropa, decisión muchas veces aplazada. El día de la liquidación, los socios del despacho que manejaba su cuenta, sostuvieron una larga plática con el empresario, que, en su resistencia a cerrar, había rematado casi todas sus propiedades para cubrir los costos de operación y realizado importantes cambios para hacer más eficiente la administración del negocio, pero la presión del mercado y los bancos hizo insostenible la situación y finalmente aceptó la realidad.
TRES. Un año antes, como colaborador de ese despacho, me tocó participar en el diseño de la cadena de producción en su nuevo edificio en una zona industrial, lejos del bullicio del mercado de La Merced donde se ubicaba desde su fundación la fábrica y tienda. Posteriormente participé en la auditoria administrativa y contable que dio sustento a la decisión de cerrar la fábrica ante el aumento de costos y la caída de las ventas por la competencia brutal de telas y ropa importada de la India, China y Tailandia. Fue un momento muy difícil para la industria textil mexicana.
CUATRO. En el despacho siempre se comentó el carácter de don José, lejos del concepto de los hombres de negocios, duros, fríos, insensibles, explotadores; lo consideraban un empresario industrial generoso, innovador, sencillo, con tendencia socialista reflejada en el trato a sus trabajadores. Ese día aciago lo vi salir de la reunión con el rostro descompuesto, mostrando impotencia y frustración. Pasó a mi lado, me saludó con un movimiento de cabeza, avanzó hasta la orilla del edificio, colocó sus manos en el barandal y contempló por última vez los telares ubicados en la planta baja y escuchó el ruido de las máquinas en proceso de confección.
LA CAMINERA. Ver a un empresario de este calibre con lágrimas en los ojos me impresionó, entre tanto ruido se podía escuchar el latir acelerado de su corazón, el paso de su saliva por la garganta. Lo que más le dolía a don José, era dejar sin empleo a más de 300 trabajadores que lo habían acompañado en su aventura empresarial durante años. Ordenó de inmediato la liquidación. Las mujeres lloraban y abrazaban a aquel hombre que fue para ellas un jefe generoso y comprensivo. La historia no termina ahí, apenas comenzaba. A falta de circulante para liquidar al personal, una parte fue en efectivo y otra con máquinas que usaban para realizar sus tareas. Desde ese momento, decenas de mujeres y hombres se iniciaron en el negocio independiente de maquila de ropa para las tiendas de don José y otras. Lo que pudo ser un mal fin, fue un exitoso principio. Sea por Dios.