LA POSTA
NAVI 1. Más allá del servicio que nos prestó, aprecié tanto a este vehículo porque transportó durante muchos años a las personas que más he amado en mi vida. Aún conservo la copia de la factura de ese sedan rojo VW modelo 1991 por 23 millones de viejos pesos, 23 mil de los actuales. Es uno de los recuerdos que me quedó de una larga temporada de devaluaciones que inició con López Portillo, continuó con De la Madrid y Carlos Salinas quien decretó la desaparición de los tres ceros en 1993 y concretó Zedillo en 1996 después de la devaluación de 1995. Su suerte estaba cantada desde que salió de la planta en Puebla y lo expusieron en una agencia en Villahermosa. Su primer propietario fue un poeta que le enseñó a decir, gracias, con permiso y disculpa, en verso y en prosa. Pordiositosanto.
NAVI 2. Luego lo adoptaron durante cinco años dos trabajadores petroleros para justificar su prestación mensual de gasolina y fue un delicado ingeniero de la Junta local de caminos quien me lo vendió con olor a lavanda, volante deportivo, palanca con puño de madera, autoestéreo con salida de mil watts, tapetes alemanes y otras vanidades. Estuvo conmigo más de la mitad de sus 30 años, desde que llevaba a mi hija a la primaria hasta que terminó su carrera profesional. En una de tantas crisis financieras lo anuncié en venta; llegó a verlo un matrimonio con su hija de cinco años que enseguida lo abrazó, dijo que le encantaba y en ese momento recordé que mi hija quería al vocho tanto como a mí. El padre de la niña se dispuso a pagar el precio del vehículo y con mucha pena le respondí: “Disculpen, pero en lo que venían otra persona se adelantó y lo compró”. Se retiraron lamentando no haber llegado a tiempo. Mentí vilmente por el valor sentimental de ese vehículo.
NAVI 3. Una Navidad lo disfrazamos de Santa Claus, su color le favorecía. Era uno más de la familia, se preocupaba por sus propios gastos, no era falso austero como los políticos, lo era de verdad. En víspera de quincena se ponía checho, tosía, sugiriendo le hacía falta algo y cuando me notaba sin dinero, no fallaba. Hace cinco años me dispuse a levantarlo, repararle los desperfectos y pintarlo de nuevo. Mi hija, que le tenía gran afecto, cooperó con la pintura general y por recomendación lo pusimos en manos de un hojalatero y pintor barato que lo bañó de pintura sin quitarle el óxido y el remedio salió peor que la enfermedad. Lo barato salió caro. Me culpo por ello.
LA ÚLTIMA. Cada día que pasaba, la fuga de aceite se hacía más grande. Acudí con un mecánico de confianza y el diagnóstico fue terrible: “Hay que cambiarle medio motor (por segunda vez), hojalatería y pintura general, el costo aproximado es de 45 mil pesos”. La última vez que intenté venderlo me daban 15 mil por él, entonces consideré mejor rematarlo e invertir lo que me dieran en mi segundo coche. Así sucedió. Al comprador le impuse como condición que lo tratará bien. “Es un buen auto, muy noble, avisa cuando necesita mantenimiento”, Le recomendé a mi mecánico que lo conocía a la perfección pues varias veces lo compuso y lo descompuso. Ruego me disculpen, hoy iba a comentar de los problemas en el país, pero ayer me tope con una foto del vocho y, a decir verdad, es un caso similar; al país le cuesta mucho la austeridad y la simulación, se está derrumbando por dentro y por fuera, justamente como le pasó a mi auto por llevarlo con un hojalatero de cuarta. Sea por Dios.