De verdad que nunca me imaginé que me pasaran muchas cosas feas… ¡tantos inconvenientes!… ¡terribles casualidades!… que me obligaron a ya no manejar de noche ni solo.
Fue el señor Rubén, con quien pudimos platicar sobre una tremenda experiencia que vivió cuando todavía era chofer trailero y recorría varias veces al mes el circuito carretero del Sureste, entre Veracruz y Yucatán.
Don Rubén, pausadamente, nos platica su anécdota, que cree él que fue uno de los motivos por los cuales optó por retirarse de este trabajo que siempre fue su pasión desde muy joven.
Ya está retirado don Rubén y vive de su jubilación porque los sustos ya eran muy frecuentes y esta situación en cualquier momento podría afectar gravemente su salud.
Todo comenzó en una escala técnica por los rumbos de la periferia de Mérida, en uno de los varios merenderos donde acostumbramos a descansar, estirar las piernas, comer sabrosa comida casera y dialogar con los otros compañeros.
El flete programado por la empresa no tenía prisa para ser entregado, por tal motivo hice mi cálculo de viaje, de tal manera que le dije a mis otros colegas choferes que no tenía llanta de repuesto y que si me quedaba «tirado» en carretera me auxiliaran porque me quedaría en Tabasco hasta que me enviaran un repuesto.
Un caso especial fue el de Carlos, otro buen colega, quien me hizo la recomendación de evitar descansar o hacer escala técnica después de Zapata y Macuspana, porque hay un sector donde suceden cosas extrañas.
Claro que, como compañeros, nos hacemos recomendaciones para evitar contratiempos o accidentes, pero algo me distrajo y ya no pude preguntar la zona donde habían esos detalles.
El caso fue que inicié mi viaje y todo estaba en aparente calma, pues todo iba tranquilo.
Don Rubén asegura que de pronto recordó la recomendación de su amigo y prácticamente ya estaba de noche y había llegado a ese sector referido.
Puso mayor atención y su avance estaba normal pero bien atento… de pronto escuchó una llanta que se había ponchado… y así siguió avanzando hasta alcanzar a ver un merendero abandonado, que tenía espacio suficiente para aparcar y esperar a algún otro colega.
Ciertamente pudo checar el neumático ponchado en la parte trasera y, aunque no afectaba el avance, podía circular, pero no quería exponer la mercancía, así que esperé el apoyo de mis amigos.
Le di vueltas al camión y eché un vistazo alrededor y no vi nada raro o extraño, de tal forma que me fui a dormir un rato a la cabina del camión.
Cuando estaba a punto de dormir completamente, comencé a escuchar ruidos atrás en la caja del camión, luego a los lados, después en el cofre… pero no vi nada ni a nadie por los espejos.
Decidí bajarme y otra vez caminé alrededor del tráiler y no había nada.
Entonces me metí al merendero abandonado para ver desde ese punto lo que se había escuchado antes en el vehículo.
Estaba un poco cansado y me recargué en la pared de un muro para ver desde ese ángulo cualquier cosa rara.
De inmediato escuché ollas que caían al piso, cucharas, tenedores, platos y muchos utensilios de cocina.
Fui a la zona de donde provenían esos ruidos y no había nadie… ya me preocupaban estas cosas extrañas, así que mejor salí y me fui a la explanada.
Ya enfrente del merendero, al mirar hacia ese local en ruinas, vi siluetas en su interior… una pelota iba de un lado a otro… se movían y caían muchos objetos.
De repente, al colocarme en la parte trasera del camión para esperar a mis amigos, hubo un remolino en la explanada… se levantó mucho polvo… había mucho viento y se movía la maleza cercana.
De pronto llegaron mis compañeros y, muy alarmados, acudieron ante mí para ver si no me había pasado nada.
Les conté de los ruidos, de una pelota que iba de un lado a otro, de los utensilios de cocina y las figuras en el interior y del remolino sorpresivo en el área de estacionamiento.
Todos estábamos alarmados, me dijeron que lo mejor era retirarnos para evitar otra sorpresa, pues nos iríamos en caravana para apoyarnos unos a los otros.
Antes de arrancar, Manuel, uno de los compañeros que llegaron para auxiliarme, contó que en ese lugar hace más de 10 años había sucedido una tragedia en tiempos de Semana Santa, pues un niño jugando una pelota murió cuando su balón se fue a la carretera y un tráiler lo impactó.
Tiempo después, el negocio cerró y dicen que pasan cosas extrañas en esta zona.
Quienes creen saber de estos fenómenos paranormales creen que esas energías quedan en ese lugar y, en ocasiones, la gente cree ver este tipo de cosas.
¿A usted ya le sucedieron cosas similares? ¿Le gustaría que le pasaran cosas como estas sucedidas a don Rubén? ¿Usted no le tiene miedo a estas energías?