PODER POLÍTICO
La clase política cogobernante mexicana no puede permitirse continuar confrontada en la polarizadora sinrazón de quienes se asumen como la mayoría dominante y los contrario como la minoría, olvidados que de origen ambas partes representan a la voluntad popular que en democracia les mandató a que pesos y contrapesos concilien lo que conviene esencialmente para el bien común, y no por interés sectario ni mezquino.
La calidad de la democracia en la transversalidad de la gobernanza de este país también exige a los actores públicos conciliar entre las partes aquello entendido como idóneo entre las colectividades sociales que cohabitan en este país, 126 millones 014 mil 024 de habitantes que residen sobre una geografía de 190 mil 646.7 kilómetros cuadrados territoriales.
Un dato macro contenido en el Censo de Población y Vivienda 2020 levantado en marzo de ese año por el Instituto Nacional de Geografía, un documento por demás valioso que en el análisis a detalle incluso microscópico revelan las asimetrías socioeconómicas en las que se deben trabajar para cerrar esa brecha.
En la coyuntura de una situación socioeconómica, acrecentada por la cereza de la pandemia por el covid19, urge para ayer a unos y otros así como los gobernados a pactar lo que corresponda para que con una coordinada colaboración superar las muchas crisis que se tienen contra en políticas públicas tan frágiles como la salud, educación, pero sobre todo economía y la paz pública con foco de extrema alarma que contravienen al desarrollo social.
Las elecciones concurrentes de 32 estados en los que se optó votar por legislaturas locales y/o presidencias municipales, además de 15 gubernaturas y los 500 diputados federales, reconfiguraron la correlación de fuerzas que deben acatarse en el sentido de la democracia.
No importa si la legislatura federal próxima ya no habrá mayoría calificad, limitada a una coaligada mayoría absoluta para mantener decisiones aún medulares, el mensaje va en la ruta de hacer a un lado las etiquetas dedicados a cumplir para lo que fueron votados.
El régimen auto denominado de la cuarta transformación debe olvidarse de pensamientos inútiles como autoritarias, olvidados de pretender imponer para ahora sí ser receptivo con la voces que no por discrepantes equivale a estar en su contra sino en acuerdo con el interés nacional.
Los tiempos y circunstancias actuales ya no corresponderán más a las condiciones del estatus quo que se tenían hasta 2019. Ahora sí habrá que honrar a la genuina política entre los gobiernos federal y locales, a buscar en la pluralidad un punto de comprensión afín para reconfigurar la hoja de ruta a definir que corresponda hacia una eficiente gestión, asertiva para el país.
La tramposa discriminación entre el pueblo rico contra el pueblo rico, entre chairos y fifís, no ha hecho sino fomentar el odio entre los mexicanos, ese ha sido el saldo de un México que del estancamiento ahora está en caída libre.
Siendo parte de un mundo global, el poder político no puede estar divorciado del poder económico y aún menos peleándose con el mediático por el pecado de evidenciar los yerros de una gestión cuando esta envía los focos de alarma para corregir donde se debe. Los tres se necesitan en lo que les competen a sus objetivos convergentes.
Aún menos en la centralización de las decisiones se puede atentar con los contrapesos democráticos depositados en los órganos autónomos porque no le tienen obediencia ciega como se pretende, incluido el árbitro electoral que vigilante de unas elecciones macros, locales y federal, logró hacer prevalecer la voluntad popular, incluso con una participación histórica en el medio término. Y la democracia decidió.
No se puede condenar a los mexicanos repitiendo prácticas inquisitorias que demasiado daño hicieron en pasado, cuando hacia delante hay un horizonte de oportunidades que se debe saber aprovechar a favor de un país partiendo de que unidos puede beneficiarse al bien común.
En la comprensión de aquello que denominan el arte de lo posible en referencia coloquial a la política, el entramado de una prosperidad sin adjetivos deberá residir en el diálogo, lograr un entendimiento para que en la precariedad económica se pueda lograr administrar los pesos y centavos y con el oficio de las mentes inteligentes se pueda hacer realidad ese anhelo de un desarrollo y crecimiento pleno, comenzando por el corto plazo, continuado por el mediano para llegar al largo plazo.
En conjunto las ventajas de una posición geopolítica en México son únicas contribuyen a lograr invertir los claros respecto de los oscuros, los positivos por sobre los negativos, haciendo sencillo lo difícil y posible lo imposible, se debe siempre aspirar siempre a un país pujante en su desarrollo y crecimiento, en todos los órdenes.
Justo próximo a cumplir este 2021 los 200 años de la independencia mexicana e igual en 2024 la constitución de México, ha llegado el momento de sumar en vez de restar, porque no se tiene otro país, aún menos con las bondades en recursos naturales y la capacidad intelectual humana para hacer aún más robusto este sentido de identidad nacional.
En la controversia de un romanticismo que se le asemeja a la utopía, México y su pacto federado de sus 32 entidades locales tienen un mismo compromiso, detonar el dinamismo de México con todos los argumentos en favor.
Bitácora
No hay peor lucha que la que no se hace, pero del dicho al hecho se requiere de una necesaria voluntad para aprovechar las oportunidades únicas.
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