El Tutupiche en Carta Abierta

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Hoy 22 de noviembre, día de Santa Cecilia, patrona de los músicos, Mónico Filar, un músico frustrado, tuvo que irse con su música a otra parte, lo corrieron donde lo habían contratado; resulta que le pagaron con anticipación y tocó mal el son que le pidieron, pero ese no fue el error, ya que de todas maneras, aunque no le hubieran pagado, iba a tocarlo mal, pues nunca lo ha tocado bien.

Sin ton ni son y sin dinero (tuvo que devolverlo), pero con su cabello RE LA MI DO, se dirigió a sus músicos, pues él lleva la batuta de su grupo ‘Los Desafinados del Son Són’ y decidió armar la fiesta en la banqueta, enfrente del salón de donde lo habían corrido con un corrido de Peso Pluma.

La bulla ocasionada por una batería con sonido de latas y ollas (en realidad las tarolas eran latas de leche Nido, el bombo una olla pelada y el platillo una tapa vieja de tambo de basura), tocada por Tito Puente Grijalva, uno de los peores bateristas de la ciudad, llamó la atención de un teporocho, que presto acudió a bailar.

Lo acompañaba un perrito faldero a quien, después de cada canción le regalaba una moneda y fue ahí donde Mónico entendió que ‘por dinero, baila el perro’.

Mientras el rebajoncito bailaba con más alegría que los de la fiesta donde corrieron a Mónico, declamaba poesías y decía una que otra loquera, por lo que Tito Puente Grijalva, el garrotero mayor, entendió que ‘de músico, poeta y loco, todos tenemos un poco’.

Mónico tocaba la guitarra de una manera que la hacía llorar, pues a cada rato le reventaba las cuerdas y la pobre ya no sabía si cantar o llorar; mientras el alcohólico en potencia los retaba: ‘Al son que me toquen bailo’.

Agapito Hamelin completaba el grupo, por lo que el dipsómano le preguntó ‘¿y tú que pitos toca?; eso hizo que Agapito le enseñara el tremendo pito que portaba, que hasta pa´ atrás se hizo el preguntón, era el doble de largo que un clarinete normal y tenía un émbolo como la trompeta, al que llaman Trompetilla.

Luego de un compás de espera, un sapo sacó a bailar a una rana y ya con dos parejas en la pista, Mónico sacó a relucir su nuevo ritmo, al que él llama ‘el Tropical Son’.

Un escarabajo pelotero se puso a bailar con su bola de caca que llevaba rumbo a su casa y Mónico se puso contento porque nunca antes había tenido tres parejas bailando su desafinada música, la que con el aplauso de los presentes se extendió hasta la madrugada, cuando Agapito gritó fuerte: ¡Fuego!, todos pensaron que iban a tocar una Chicoché, pero no, el monte junto a la banqueta se estaba quemando con una colilla de cigarro que tiró Tito desde el Puente de su dentadura.