CARTA ABIERTA
La cita con las urnas del domingo 1 de junio podría pasar a la historia como una función donde, pese al público esquivo, el elenco oficial sale a escena con la ovación asegurada. Aunque la afluencia de electores dibuje cifras ineditamente bajas, al final ese dato resultará casi anecdótico.
Lo que realmente importará es que, al abrirse el telón el lunes 2, Morena habrá completado su misión histórica de recomponer la Suprema Corte y, de paso, recolocar bajo su ángulo todo el entramado judicial.
En esta trama, el desenlace no depende de un solo personaje: es el resultado de un proyecto muy complejo, afinado desde el pasado sexenio y consensuado en San Lázaro.
Se trataba de remover a quienes cuestionaban las reformas de la 4T y, gracias al voto ciudadano, sustituirlos por magistrados más cercanos al proyecto en curso. Porque el triunfo no se mide en decibelios de protesta, sino en escaños y nombramientos.
La oposición apenas consiguió lanzar algunos sollozos dispersos: manifestaciones pausadas, comunicados formales, tuits encendidos. Nada comparable con las expectativas de un boicot masivo.
Tampoco prosperaron los presagios de un choque con Donald Trump por posibles implicaciones en el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá. Al final, aquel rumor de fricción extraviado en la diplomacia se disipó sin más, dejando el escenario limpio para la victoria política de Morena.
Con el nuevo plantel judicial en funciones, el partido en el poder ya no tendrá que buscar resquicios para impulsar sus próximos movimientos legislativos.
Podrá avanzar reformas, ajustes constitucionales o interpretaciones legales sin tropezar con un árbitro adverso. Es decir, se asentará un predominio que hace tiempo parecía inalcanzable: un Ejecutivo fortalecido, un Legislativo afín y ahora un tribunal dispuesto a interpretar la norma según la misma brújula política.
Quizá dentro de unos años este proceso se recuerde como un acto casi poético de metamorfosis institucional: sin armas ni barricadas, sólo con papeletas marcadas bajo el color morado.
La lección, para quienes se detengan a mirar con distancia, es que la arquitectura del poder no depende sólo de cuántos acudan a votar, sino de quién dicte el libreto.
Y en esta función, Morena se convierte, efectivamente, en el director que logra guiar la trama hacia una escena culminante que concitará el aplauso de los suyos y la reprobación de sus adversarios.
: LA RÚBRICA
Cuando una agencia internacional como Moody’s habla, no lo hace al tanteo. Por eso vale la pena detenerse en la ratificación del municipio de Centro en la calificación BBB+ con perspectiva estable. Yolanda Osuna ha apostado por una conducción ordenada, con prioridades claras, pero sería injusto no mencionar el peso específico que ha tenido Fernando Calzada Falcón desde Finanzas. Su papel ha sido fundamental para mantener un superávit operativo —es decir, ingresos por encima del gasto—, lo que da margen para enfrentar imprevistos sin comprometer servicios ni estabilidad. Centro también presume una liquidez sólida, que le permite sortear emergencias sin tambalearse, y una deuda baja, resultado de un refinanciamiento inteligente en 2022. Que el costo de esa deuda represente menos del 1% de los ingresos es un logro que pocos pueden presumir. A esto se suma un crecimiento en recaudación propia del 19% anual, creación de empleos y dinamismo económico. Todo esto no es suerte: es planeación. Moody’s lo sabe, por eso la puerta está abierta para una calificación aún mejor. Si se mantiene esta ruta, el municipio puede aspirar a más… Carlos Manuel Merino, al frente de Aeropuertos y Servicios Auxiliares. ASA, sigue mostrando un estilo de gestión que muestra avances. En la reciente sesión del Comité de Control y Desempeño Institucional, COCODI, hubo análisis: identificación de áreas a mejorar, acciones concretas y atención al control interno. Es una señal de que se privilegia la sustancia sobre la forma. Días antes, su encuentro con el almirante Padilla Olmos, del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, también se anota como gesto destacado. La colaboración entre dos entidades clave —antes distantes— abre espacio a la coordinación técnica y operativa, justo donde suele fallar la administración pública. Merino ha optado por una ruta de trabajo que apunta a lo esencial: eficiencia, evaluación continua y puentes institucionales. A veces, el mejor desempeño no necesita pancartas. Solo constancia y un poco de método. Y eso, en el sector aeroportuario, ya es decir bastante… Manuel Andrade Díaz ha vuelto a escena, ahora como paladín del pueblo ante los apagones en Tabasco. Con un discurso inflamado, señala con dedo acusador a la CFE y al Gobierno estatal. Y aunque no le falta razón en su diagnóstico —la crisis energética en Tabasco es real y grave—, su súbita indignación resulta más escénica que sincera. Durante su paso por la gubernatura (2002-2006) y sus tres períodos como diputado local, Andrade no promovió ni impulsó proyectos eléctricos relevantes. Calló cuando pudo hablar, aplaudió cuando debió exigir, y hoy se presenta como si no cargara con la omisión de su propio historial. Ahora exige auditorías, mesas técnicas y subsidios como si estos no hubieran estado al alcance de su mano cuando tenía poder real. Su estrategia es la vieja conocida: aprovechar el hartazgo social para reposicionarse políticamente, sin hacerse cargo del silencio cómplice que sostuvo durante años. Critica el “show” del gobierno actual, mientras monta el suyo en redes sociales, repitiendo fórmulas de indignación prefabricada. Tabasco no necesita más discursos: necesita soluciones. Y quienes en su momento no hicieron algo al respecto, harían bien en no disfrazar su oportunismo de justicia. La memoria de los tabasqueños no es tan corta como algunos suponen.